Ágora

¿Una oportunidad para renovar el PSPV-PSOE?

Javier Paniagua

Javier Paniagua

En 2022 publiqué Nosotros, los socialistas valencianos (1977-1995). Un ensayo sociohistórico sobre el acceso a la modernidad editado por la Revista de Historia Social, que nació en el Centro de la UNED Alzira-València Francisco Tomás y Valiente cuando fui director del mismo. Fue una idea que surgió con José Antonio Piqueras y hasta ahora la hemos dirigido desde la sede de València, que posibilitó la creación de una Fundación con el mismo nombre.

La revista ha cumplido 35 años, con 106 números, y está considerada en Europa y en Sudamérica como una de las principales publicaciones que recoge investigaciones históricas sin más condición que su calidad. Ya el profesor de la Universitat de València Francesc Gallego lo reconoció en un artículo en Posdata, en este diario. Ahora la UNED central quiere hacerle una opa para que esté ubicada en Madrid.

Aun así, me resulta difícil olvidar que firmé un contrato para su publicación con Alfons el Magnànim dependiente de la Diputación de Valencia y que su director, Vicente Flor, consideró no publicarlo sino eliminaba la Introducción en la que hacía alusión a determinadas actitudes del mundo universitario.

Estaba redactado, estimo, sin insultar a nadie y recogía mi relato de unos hechos con el que se podía disentir o estar de acuerdo. No acepté eliminar la Introducción, renuncié al contrato y la prensa se hizo eco del tema (este diario le dio una buena cobertura publicando incluso parte de la Introducción). Me entrevisté con el presidente de la Diputación, Francesc Antoni Gaspar Ramos, ahora elegido en las listas del PSPV-PSOE diputado en Les Corts, y le expresé que entendía que por un libro no iba a romper la coalición con Compromís, pero que al menos lo intentara, e incluso estaba dispuesto a suavizar algún párrafo de lo escrito, de tal manera que le dejé una copia de cómo podía resultar. Ni siquiera me llamó e hizo caso omiso de la censura, es decir, fue corresponsable de lo que un socialdemócrata jamás puede hacer: no apoyar la libertad de expresión.

En el libro se relataba la dinámica de lo que había sido la evolución y la configuración del PSPV desde 1977 y como Joan Lerma supo darle cobertura y unificar las diversas tendencias y partidos que acabaron aceptando la centralidad del PSOE (PSP-PSPV-USPV). No fue fácil articular una organización política que albergaba en su seno tales variables, y lo hizo con un grupo de fieles que en varios casos se han mantenido desde los años 80 del siglo XX (léase «Las redes de poder de Joan Lerma», págs. 242-250). Los gobiernos de Lerma pusieron en marcha, en tres legislaturas, la Generalitat Valenciana y contribuyeron a calmar un ambiente crispado después de las batallas de los símbolos y la lengua, manteniendo un cierto equilibrio social y político en una Comunitat con tres provincias con dificultades de vertebración.

El PP con Zaplana comenzó una era de hegemonía política que continuó con Camps y Fabra desde 1995 a 2015, año en que el PSPV-PSOE, en coalición con Compromís y UP, retornaría a la Generalitat. En esos 20 años el PSPV-PSOE pasó por un periodo convulso de enfrentamientos internos, con gestoras y congresos, y distintos secretarios generales que no cuajaron ante la fuerza electoral del PP.

El PSOE, nacido en 1879, tenía una organización consolidada y unos principios socialdemócratas, entre ellos el reconocimiento de España como Estado-nación. Zapatero especuló con el PSC si debíamos superar las autonomías de La Constitución de 1978 y convertirnos en un estado federal, sin especificar a qué federalismo se refería, puesto que existen 193 integrantes de la ONU, junto a dos observadores, El Vaticano y Palestina, unos 70 que se consideran federales o con sistemas territoriales descentralizados, y algunos con reconocimiento de la plurinacionalidad, como Bolivia o Perú, pero con estructuras muy diferentes, pero los paradigmas son los EE. UU. y Alemania.

Todavía se debate si el Estado de las Autonomías es un estado federal, semifederal o en vías de serlo. El tema se desencadenó con el nacionalismo independentista catalán y después de varios decenios de terrorismo de ETA que, a pesar de su derrota, ha servido para que ya no se discutan los Conciertos del País Vasco y Navarra, defendidos por el carlismo en tres guerras civiles del siglo XIX.

En la CV los nacionalismos han sido minoritarios, tanto el de derechas como el de izquierdas, y en varios casos han acabado instalándose en el PSPV-PSOE o en el PP. El nacionalismo de Compromís venía de la amalgama del Bloc, IU y exmilitantes nacionalistas del PCE, que habían carecido de fuerza electoral desde 1983. Unión Valenciana se diluyó en el PP pero en el PSPV-PSOE persiste una tendencia nacionalista con responsabilidades de gobierno.

Curiosamente los gobiernos del Botánic han dejado la Cultura y la Educación en manos de Compromís, tal vez porque el propio Ximo Puig estaba más cerca de las tesis nacionalistas que de las del PSOE. No obstante, él mismo pertenecía al entramado de Lerma, al igual que otros que aún permanecen en la política activa. Y dice que se va con las manos limpias, lo que es un oxímoron, ¿Cómo se iba a ir? De no ser así habría tenido que pasar por los tribunales como otros políticos de la época anterior.

Si el PSOE quiere ser una fuerza hegemónica tendrá que dar paso a nuevos dirigentes que se identifiquen con la mayoría de los sectores sociales actuales de la CV y se aleje del nacionalismo irredento. La generación de Lerma lo hizo y se valió de personas con gran capacidad para articular las peculiaridades lingüísticas y culturales de la CV, pero «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos», aunque sí creemos en cosas parecidas.

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