La literatura es la expresión más elevada de lo que en la adolescencia se expresa como «tengo un amigo que...» para enmascararse en el relato de un problema incómodo de explicar o difícil de aceptar. Pedro Sánchez ha recurrido a ello para referirse al «feminismo incómodo» de la ministra de Igualdad, Irene Montero, para hombres entre 40 y 50 años. El presidente que lleva media década de su mediana edad en el Gobierno llegó en febrero al medio siglo y se entera, por las encuestas, de que la polarización de género de Irene Montero ha cabreado a sus amigos por el lado del feminismo como ha incendiado a las feministas del partido por el lado «trans» y «queer».
Montero contesta en twitter: «Disculpe las molestias, pero nos están matando». La frase se lee en una pancarta sostenida por manifestantes, afortunadamente, muy vivas, pero da la medida del razonamiento. Si las están matando a todas cuando matan a una, es normal que violen todos cuando violan a una y que, si hay un asesinato por millón al año, haya un millón de asesinos por asesinada cada año.
No sabemos qué les está pasando a los hijos de los amigos de Sánchez en esta sociedad de la megafonía propagandística y de la policía de la corrección en la que el tamaño importa porque lo micro (micromachismo, microrracismo) se denuncia como macro, muchas veces apenas oído, sin pie a explicación, sacando de contexto y ni puta idea ideológica (valga la redundancia) porque la porra moral favorece la ligereza en el uso. Esperemos que los chavales reaccionen a los perpetuos discursos de los mayores que ejercen la corrección política mejor de lo que lo hicimos algunos de mi generación al coñazo de las monjitas y los hombres de orden.
España no tiene un problema social equivalente a toda la homofobia ni transfobia que se diagnostica individualmente y sí leyes que amparan e instrumentos que protegen y sería una faena que la cantinela intimidatoria de los patrulleros de la corrección favoreciera el apoyo a una reacción contra esas leyes e instrumentos.