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A 71 años de la muerte de Eva Perón

Javier Paniagua

Javier Paniagua

Un 26 de junio de 1952, a los 33 años, murió Eva (Evita), la más querida y odiada de Argentina, y una de las figuras de mayor dimensión popular global en el siglo XX. Padecía un cáncer de útero, como la primera mujer de Perón, Aurelia Tizón, con la que se llevaba 14 años, con Evita 24. y su tercera esposa, la bailarina María Estela, 36 años más joven. Vive todavía cerca de Madrid y supera los 91 años. Fue presidenta de Argentina entre 1974 y 1976 hasta que Videla y otros generales dieron un golpe de Estado. La justicia argentina la acusó de llevarse cierta cantidad de dólares, pero Alfonsín, uno de los pocos presidentes elegidos no peronista, la indultó en 1983. Eva nunca tuvo un cargo político, solo presidió una Fundación desde la cual impulsó hospitales, escuelas, carreteras, residencias de ancianos, pensiones … Sin ella es imposible explicar el nacimiento, desarrollo y evolución del peronismo. Un movimiento que ha durado más que los regímenes de las «democracias» comunistas. La URSS nació realmente en 1921 después de triunfar sobre los rusos blancos en una guerra civil y terminó un 9 de noviembre de 1989, es decir 68 años, a los cuales se pueden añadir cuatro desde 1917, en total 72. Perón ganó tres elecciones, en 1946, 1952, y 1973, pero su fuerza política tuvo una presencia continua en la Historia de Argentina y la condicionó hasta la actualidad, es decir 77 años, donde el partido Peronista, después Partido Justicialista, suprimido durante largos periodos, ha determinado la vida argentina.

Evita nació un 8 de mayo de 1919 en Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. Hija de un estanciero -gran propietario agrícola- de origen vasco, Duarte, no era su familia oficial. Vivían en la misma zona y su madre tuvo un hijo y tres hijas, la pequeña, Eva. Al morir el padre, la viuda oficial los tiró de la casa, propiedad del padre.

Su madre se hizo modista, una hermana trabajó en correos, la otra maestra y con quince años, acompañada al principio de su madre, Evita se fue, como su hermano, a Buenos Aires para progresar en el teatro, el cine o la radio. Al parecer Perón la conoció en Junín como locutora en un acto a favor de los afectados por un terremoto en 1944 y su amor duró hasta su muerte. Se dice que ya se conocían por las reuniones que tenían a favor de Alemania en la guerra según informaban los agentes a Hoover, director del FBI, y en la guerra fría trató de desacreditar al Peronismo, que no coincidía con los intereses de EE. UU.

Excluidos los productos agropecuarios argentinos por EE UU del plan Marshall, Perón intentó tender un puente con España para dar salida a las exportaciones, y reavivó un sentimiento por la «madre patria». La venida de Evita resultó una bocanada de libertad y liberó al país de la hambruna de 1947. Quiso reunirse con obreros y eso le produjo «sarpullidos» a Carmen Polo de Franco, quien le trasmitió que todos eran rojos, y procuró no acudir a los actos oficiales con ella y no oírle afirmar: «Nuestro siglo no pasará a la Historia con el nombre de siglo de la desintegración atómica sino con el del feminismo victorioso». No en balde consiguió el voto de la mujer argentina en la reforma constitucional de 1949. Le entregaron la carta de un niño en la que le decía: «me han fusilado a mi padre y ahora quieren hacerlo con mi madre que está en la cárcel». Se trataba de Juana Doña Jiménez condenada a muerte por colocar un petardo en la embajada argentina en protesta contra Perón. Eva intercedió ante Franco que le conmutó la pena por 30 años, y al salir de la cárcel, en 1961, se trasladó a París para trabajar como secretaria Carrillo en el PCE. Eva visitó El Vaticano donde Pío XII le regaló un rosario que llevaría cuando fue embalsamada. Dicen que se entrevistó con cardenales para facilitar visados a nazis alemanes y croatas para refugiarse en Argentina a cambio de dinero. Visitó Francia y recabó en Suiza para administrar los bienes de los judíos que murieron gaseados y de los que se habían apoderado algunas grandes familias europeas que aceptaron su restitución para evitar problemas. Consta en los archivos descatalogados del FBI cuyos testimonios estaban al servicio de la política norteamericana. Dejaré para otra ocasión los avatares de su cadáver.