tribuna

La pequeña alhambra valenciana II

Josep Vicent Lerma

Josep Vicent Lerma

La curiosidad histórica suscitada entre lectores amigos e investigadores por la publicación el pasado 7 de agosto en la sección de Opinión «En Profundidad» de Levante-El Mercantil Valenciano de la primera entrega de este artículo sobre los ricos hallazgos arqueológicos de la «Pequeña Alhambra Valenciana» descubierta por la experimentada arqueóloga Tina Herreros, efectuados en el patio posterior del rehabilitado por el conocido estudio de arquitectos ERRE Palacio de los Valeriola del castizo Carrer de la Mar, nos ha espoleado a consultar la acreditada opinión profesional de historiadores, arqueólogos y arquitectos especializados en el apasionante devenir secular de la cultura y el arte de Al-Ándalus.

En este sentido, no nos duelen prendas en reconocer que las hipótesis vertidas sobre los modelos arquitectónicos originales o fuentes artísticas en los que pudieron beber probablemente los alarifes de este desconocido palacio valenciano, vecino del antiguo complejo monástico de la orden de San Juan del Hospital, son deudoras en todo de los conocimientos y años de investigación en la materia del doctor Julio Navarro Palazón, experto en arquitectura islámica y miembro de la Escuela de Estudios Árabes de Granada (CSIC), que nos reveló que muy probablemente se trate de una obra realizada después de la conquista cristiana de la ciudad, en el último tercio del siglo XIII o principios del XIV, en la que ya se observan las innovaciones aportadas por el primer arte nazarí, llegado a Valencia a través de las ricas reelaboraciones que en esas fechas venían haciendo los talleres mudéjares del foco toledano.

Sofisticadas edificaciones palatinas recreadoras sensu lato del Paraíso Islámico en la tierra, a las que además de las casas de la calle Real Alta de la medina de la Alhambra mencionadas con anterioridad, ahora podemos sumar las atarjeas canalizadas de alicatados dispuestos en espina de pez del patio ajardinado del «Castell Formós» de Balaguer (Lleida), mandado edificar según el arqueólogo Josep Giralt por el conde de Urgel entre 1348 y 1408 o los florones de lacería del pavimento del claustro del monasterio de Poblet, estudiados por don Manuel González Martí en su monumental obra bibliográfica «Cerámica del Levante Español» (1952).

Así como los estéticamente paralelos vestigios de espacios abiertos ajardinados similares, igualmente evocadores del célebre Patio de los Arrayanes, fechados en el siglo XIII que han visto recientemente la luz en las excavaciones del Consorcio de Toledo en el ámbito del Corral de Don Diego o Palacio de los Trastámara, junto a la «qubba» del llamado Salón Rico, con una lujosa alberca de alizares en forma de alfardones y otras figuras geométricas barnizadas con vidriados de alfarero de tonos negros, blancos, verdes o rojizos (La Tribuna de Toledo, 26-06-2023).

Por último, no podemos terminar estas apresuradas líneas caniculares sobre estas deliciosas arquitecturas de aromas islámicos con juegos de aguas halladas bajo la Casa dels Valeriola, a la espera de la apertura de sus puertas como futuro centro de arte «Hortensia Herrero» el próximo 11 de noviembre (Levante-EMV, 06-07-2023), sin evocar las sugestivas palabras del rey poeta Al-Mu’tamid de Sevilla: «El surtidor ha desenvainado para nosotros el sable de su agua, escondido a las miradas en su funda. El la ha marcado con su huella profunda y ha adornado una de sus caras; si se hubiera congelado, el sable hubiera podido ser un sable indio».