Voces

Huevos de oro

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

Tiempo ha salí con un gilipollas. Sé que lejos de juzgarme, muchas y muchos de los lectores pertenecen a tal selecto club —¡al de gilipollismo, no! Al de sobrevivirlos—. Señales hubo a puñados, que no hay miopía en el amor capaz de tapar todo todo el rato, pero una que no debimos pasar de largo tuvo lugar cuando cumplimos el sueño romántico de viajar a un país exótico y paseábamos de la mano malecón arriba y abajo durante la puesta de sol. Una idílica postal que se vino al traste cuando de repente, entre las rocas apareció una serpiente y mi amado, del sobresalto, me apretó fuertemente la mano, la soltó… y salió huyendo. Sin despedirse. Nada personal, por supuesto. Lo mismito que mueren en accidentes más ocupantes del asiento de copiloto que conductores. Instinto de supervivencia. ¡Pero menuda pista que no surgiera el instinto de salvarnos los dos, por ejemplo! Debí haberle comentado alguna vez que lo mejor para evitar el ataque de una serpiente es mantener la calma. ¡Debí mandarle a la mierda, qué caramba! Nos habríamos ahorrado ese y todos los disgustos que vinieron después, los ‘lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir’; ‘los te juro que fue ella, que no fui yo, que yo nunca me habría liado con otra porque te quiero’. Porque comparten los destinos exóticos y salir con un gilipollas que todo te pilla de nuevo y si al primer amago de mordisco no haces un torniquete, la gilipollez tiene esa idiosincrasia que los huevos les engordan y cada vez toman más cancha.

¿En cuanto a lo mío? Nada que no resuelvan agua y jabón, vinos con amigas y años de terapia, y entre las cicatrices —preciosas—, florece un nuevo talento: el detector de gilipollas. A veces es la gota a gota que colma el vaso, pero en situaciones extremas, como encontrarse una serpiente o que España es campeona del mundo, ¡boom! El detector se te pone en lo más alto. Esa mano de Luis Rubiales en calidad de presidente de la Real Federación Española de Fútbol, agarrándose todo el huevamen para celebrar la victoria, en el palco y junto a la reina Letizia y aún más cerca de la infanta Sofía de dieciséis años. No hay más preguntas, señoría. Para cuando los huevos crecidos no le cabían ya en la mano, llegó todo lo demás. La imagen, captada por la prensa internacional en una de las hazañas más importantes que ha vivido España, fue la realidad superando a la ficción. La réplica perfecta del cartel de Huevos de oro (1993), la segunda película de la «Trilogía Ibérica de Bigas Luna. Javier Bardem encarnando a Benito González, ese macho ibérico, ambicioso, machista y prepotente:

«—¿Sabes lo que haré cuando tenga mucha pasta? Un edificio que va a subir como una polla y le voy a poner González, Torre González».

«—¿Por qué llevas dos Rolex iguales?

«—Si tengo dos huevos, ¿por qué no puedo tener dos Rolex?» Rubiales acabará siendo cesado, destituido, despedido o lo veremos en rueda de prensa agradecido por tanto pero anunciando que se marcha a cumplir un nuevo reto en Arabia Saudí. Importa, pero menos. No comparto la opinión de que el beso —a traición— a Jenni Hermoso haya eclipsado la victoria de la selección femenina. Quienes conocemos el veneno de la serpiente sabemos que «las chicas» habrían sido protagonistas de un día. El mínimo necesario para justificar desde el cortijo que aquí se consiente a las mujeres, mírenlas.

Muy al contrario, a los muchos agradecimientos que debemos a esta colección de futbolistas extraordinarias: el título; darnos, por fin, un referente femenino para todos nuestros niños y niñas, a pesar de los muchos techos de cristal que llevan reventados… gracias, muchas gracias por visibilizar todo lo que queda por hacer.

Porque fue mucho más que un beso —a traición, no deseado—. Fue el lenguaje infantilizando a las futbolistas llamándolas «chicas»; fueron las portadas de los medios deportivos centradas en «EL» entrenador. Fue que la portada de As del día 24 fuera para Jenni Hermoso, la máxima goleadora de la selección, pero para condenarla: «Jenni deja caer a Rubiales», que sigue muy bien la línea del simulacro de disculpa de Rubiales que tras calificar el asunto al principio de «gilipollez», lo justificó como fruto de «un momento de máxima efusividad» en el que «no hubo mala fe por ninguna de las dos partes».

Pero también por las palabras de Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores que, al ser preguntado en Televisión Española, afirmó: «Nuestras mujeres están aprendiendo a jugar al fútbol tan bien como los hombres y eso en sí mismo es una buena noticia». ¡Campeonas del mundo! Imagínense dónde llegarán «nuestras mujeres», cuando por fin hayan «aprendido»… Se irá Rubiales, se irá, repudiado o ascendido, pero apartado. Lo mismito que se fue Benito González, porque cada tanto el grito de basta es ¡tan fuerte! que toca sacrificar a algún miembro del selecto club de los huevos de oro, del machismo ibérico tabernario que coletea… y menudos golpes con el rabo.

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