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Compromiso universal por el Desarrollo Humano y Justicia Social en el siglo XXI

Ana María Fuertes

Ana María Fuertes

El 31 de agosto de cada año se celebra el Día Internacional de la Solidaridad, fecha elegida en honor al movimiento social polaco ‘Solidaridad’, cuyo dirigente Lech Walesa fue Premio Nobel de la Paz en 1983. Este día pretende centrar la atención en la importancia de ayudar y trabajar por una causa común capaz de proporcionar un mayor bienestar a la sociedad, entendiendo por solidaridad la capacidad que tienen los miembros de una comunidad de actuar como un todo. La solidaridad, contemplada desde este enfoque, es la expresión que identifica la promoción del desarrollo humano y social como uno de los valores fundamentales del siglo XXI. Es un sentimiento de comunidad, de obligaciones compartidas, de necesidades comunes, es el espacio destinado a la participación individual en los asuntos colectivos.

Es precisamente este esquema de planteamiento el que nos lleva de la mano a contemplar la relación entre el concepto de solidaridad y la estrategia centrada en unos determinados principios del Estado del Bienestar, que podemos resumir en los siguientes: el suministro gratuito de ciertos servicios básicos de carácter general (educación, sanidad, etc.), la articulación de todo un conjunto de coberturas sociales (pensiones, desempleo, etc.), la aceptación del papel redistributivo del Estado, o la articulación de medidas de política económica que impliquen el apoyo a la cohesión social, la asunción de medidas para contrarrestar los desajustes del mercado (fallos del mercado), así como la gestión de la demanda y de la actividad económica en su conjunto, al objeto de conseguir el pleno empleo. Todo ello bajo un ideario o cobertura ética socialmente admitida, en la que se asume la necesaria solidaridad personal, espacial y generacional como elementos imprescindibles a la hora de asumir una sociedad justa y moderna. Justicia y solidaridad implican igualdad y libertad, pero también tolerancia, siendo la justicia uno de los requisitos más importantes para que las personas que componen una sociedad consigan alcanzar su propio destino. Aspirar a un mundo más justo es desear que todos los individuos de una sociedad tengan la posibilidad de tener cubiertas sus necesidades básicas. Y eso es precisamente lo que defienden las políticas económicas que toman como base de referencia los planteamientos expuestos por el Estado del Bienestar, o sea, cómo conseguir alcanzar unos determinados objetivos a partir de toda una serie de instrumentos cuyos principios descansan en el concepto de solidaridad como base de análisis. Aceptar ese enfoque implica gestionar los recursos recuperando la faceta ética de la economía, sin renunciar a sus planteamientos técnicos, a la capacidad analítica actual y al enorme instrumental disponible.

Cuentan que Alfred Marshall, uno de los grandes economistas de principios del siglo pasado, tenía en su mesa siempre presente una foto de una persona marginada de los suburbios de Londres, personas a las que, por cierto, hoy estamos tan acostumbrados a ver, que no a mirar, y a las que damos tan poca importancia. Cuando un estudiante le preguntaba por qué tenía siempre esa foto en el despacho, Marshall le contestaba que esa foto era su guía, su orientación profesional. Cuando tenía dudas de qué hacer, qué investigar o qué aconsejar, miraba siempre la foto y pensaba si lo que iba a hacer era útil o no para solucionar el problema de esa persona y ése era su criterio de elección. Un profesor con una formación matemática y técnica excelente no tenía ningún pudor en expresar la solidaridad en sus decisiones sin menoscabo del rigor analítico o metodológico de sus trabajos.

La aplicación de estos principios de Justicia Social y Solidaridad ha constituido desde sus inicios la visión y misión de Fundación por la Justicia, centrada en sensibilizar a la sociedad frente a la vulneración de los DDHH. A lo largo de los últimos años, FxJ ha trabajado en las áreas prioritarias de acción alineadas con los ODS, que son las de formación en DDHH, sensibilización de la sociedad a través de iniciativas multidisciplinares, acción social y de cooperación internacional al desarrollo. Velando siempre por los derechos de los otros y defendiendo los valores que, como la solidaridad, implican un empeño por el bien común, que es el bien de todos y cada uno de nosotros.