EL TRIÁNGULO

Mentir despacio

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Viajaba el pasado domingo desde Galicia a Zaragoza por carretera; una de mis hijas lo hacía desde Madrid a Zaragoza por tren y mis hermanas lo hacían una desde Sigüenza a Zaragoza y la otra desde Teruel a Zaragoza, ambas por carretera. En los cuatro trayectos todas estuvimos muy atentas a las previsiones meteorológicas y seguimos con exactitud las horas y vías que AEMET aconsejaba para llegar a Zaragoza desde los diferentes puntos de partida y así evitar en la medida de lo posible encontrarnos en el epicentro de la DANA, que durante el pasado fin de semana barrió España con más o menos intensidad. A eso de las dos y media de la tarde mi hija, que se encontraba en la estación de Atocha esperando que su tren saliera, recibió un aviso en su móvil que alertaba sobre el riesgo de lluvias torrenciales sobre la capital, aconsejando a los ciudadanos que de no ser necesario no salieran de sus viviendas a partir de las cuatro de la tarde cuando se preveía que las lluvias se intensificaran. Sin duda llovía sobre Madrid, su tren salió con retraso y en su llegada a Zaragoza el sol la recibió con un amable buenas tardes y la DANA se quedó congelada en las noticias que durante aquella tarde ni escuché ni leí y que el lunes me sacudieron con lo sucedido en diferentes lugares de Toledo, también en el Pirineo, con cuatro fallecidos e igual número de personas desaparecidas.

Luego escuché a algún representante político decir que el Gobierno había alarmado y que la AEMET se había equivocado y que el aviso en los móviles había sido innecesario y me quedé sorprendida pensando que a veces el trabajo de los políticos es la crítica por la crítica, haciendo dogma de todo y olvidando que su trabajo tiene una de sus patas en la protección y en la prevención y eso es justamente lo que hizo la AEMET, argumentó el Ayuntamiento de Madrid y aconsejó el Gobierno de España.

Hacer del clima una cuestión de fe tiene innumerables problemas, es como mentir despacio, porque la fe surge desde una creencia inquebrantable y el clima es azaroso y en ocasiones maligno y destroza vidas sin escuchar sus gritos ni su dolor o quebranto, porque no tiene sentimientos y se organiza alrededor de todas las perturbaciones que nuestro desorden ha vertido sobre el planeta. Una vez un viejo me dijo que no mirara a las nubes cuando traían el agua, que las mirara cuando avisaban de que el agua venía. «Solo así, me explicó, evitarás la mordedura de la víbora».