Incendios fuera de temporada
Este año nos deja dos fuegos devastadores en marzo y noviembre en territorio valenciano, justo cuando no mirábamos el calendario
Se nos quema la terra. Y duele. Cuando este artículo se cuele en la pantalla brillante de su móvil u ordenador las llamas continuarán devorando la comarca de la Safor después de haber aterrorizado parte de la Vall d'Albaida y mantener sin respiración a la Marina Alta. Solo el río Serpis, qué paradoja, ejerce de húmedo cortafuegos para evitar que este infierno avivado por un viento inclemente continue fundiendo en negro nuestros estimados parajes. Otro más. Como cada año.
Como a ustedes, a mi se me parte el alma. Ver desaparecer, con tanta violencia, espacios que forman parte de nuestra historia, de nuestra vida y de nuestra identidad - ocurra donde ocurra el incendio-, equivale a sentir como te arrancan de cuajo parte del corazón. Sin contemplaciones ni aviso previo. Sin tiempo a hacerte la idea. Aunque sepas, porque lo has vivido antes o simplemente lo has visto o te lo han contado, que luego todo brota de nuevo y crece; aunque estés convencido de que todo pasará y aunque sepas que un fenómeno así es incontrolable e imprevisible, con la misma certeza, exactamente con la misma, sabes que nada volverá a ser lo mismo.
Decía Raimon que 'al meu país, la pluja no sap ploure, o plou poc o plou massa, si plou poc és la sequera, si plou massa és la catàstrofe'. Ahora, y teniendo en cuenta que los dos principales incendios en territorio valenciano han sido 'fuera de temporada', en marzo y en noviembre, podríamos añadir que 'al meu país, el foc tampoc crema quan toca'. Estábamos acostumbrados a que el extremo calor del verano fuera la chispa que, en cualquier momento de un julio y agosto achicharrante, nos sacara del letargo vacacional para recordarnos que los montes, si no los cuidamos y destinamos políticas certeras y recursos, arden en una espiral de destrucción de difícil comparación. 'Todos contra el fuego' ¿la recuerdan? Solo si ya tienen una cierta edad.
El paisaje que ya no está
El año pasado, agosto fue sinónimo de una Vall d'Ebo y un Bejís en llamas. José, uno de sus vecinos, nos contó entonces que desde que salió de València camino hacia su pueblo estuvo 'llorando como un niño', aterrado por el paisaje que iba a encontrarse o, peor,...que ya no. Este año han pasado por el mismo y angustioso trance los vecinos y vecinas de Villanueva de Viver, que en marzo vieron peligrar la Serrà d'Espadà y, ahora, los de la Safor i la Vall d'Albaida. En pleno mes de noviembre. Con los turrones ganando terreno ya en unos supermercados que acabaran llenando las estanterías de mazapanes en el 9 d'Octubre. Cuanto antes mejor. Habrá quien diga, parapetándose en un discurso peligrosísimo, que 'esto siempre ha sido así' y 'que siempre ha hecho calor' para negar lo obvio -que algo pasa con el tiempo- pero, hasta donde yo recuerdo, en noviembre hacía frío y llovía, comíamos castañas y dulces de todos los santos. Ahora llueve a destiempo y mal -como decía Raimon- y hay incendios fuera de temporada. Nos podemos hacer los locos todavía más o ya no. Ya depende de nosotros.
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