El PSPV se juega autonomía

No está solo en juego el futuro de Ximo Puig en las decisiones de los próximos días, el peso de Ferraz y la capacidad de independencia de la federación valenciana se miden también en un ambiente de incertidumbre y expectación

Alejandro Soler, Fernández Bielsa, Puig, Zapatero y Morant, en un acto en València.

Alejandro Soler, Fernández Bielsa, Puig, Zapatero y Morant, en un acto en València. / Germán Caballero

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Carlos Mazón se frota las manos. Llega fresco a sus primeras navidades como presidente, sin una rozadura, sin que su partido esté en el foco de la actualidad y sin que ni siquiera las relaciones con Vox, el socio de Gobierno, se hayan resentido en este tiempo, a pesar de las cíclicas crisis entre populares y radicales en Madrid. Y mientras, al otro lado, la izquierda, en permanente estado de convulsión. Lógico, por una parte, tras perder el poder después de ocho años. No tanto, por otra, si se tiene en cuenta que no hubo hundimiento de las dos fuerzas que aguantan en las Corts. Una, el PSPV, incluso ganó votos.

Pero ahora, tras el batacazo electoral (este sí) de Podemos, surgen los primeros síntomas de discusión entre Sumar y Compromís, donde además una parte antes importante de la coalición (Iniciativa) exhibe indicios de desintegración, hasta el punto de que bloquea un nombramiento de segundo nivel en el Gobierno (la dirección general del Imserso). Toda una corriente de descomposición que tiene su punto de origen en la salida de Mónica Oltra de la política y a la que por ahora no se le ve fin.

Junto a ello, el partido dominante del centroizquierda desde la transición aparece inmerso en una espiral de urgencia de renovación que ha ido creciendo con el tiempo y que no se observa en otras federaciones socialistas donde también perdieron presidencias autonómicas. ¿Todo es cuestión de tradición?

El PSPV celebra en este contexto el sábado un comité nacional que se ha ido caldeando y del que se esperan decisiones importante por parte del líder y expresident de la Generalitat, Ximo Puig.

Los movimientos de las últimas semanas han ido desvelando la presencia en la sombra de Ferraz (y Moncloa, por tanto) a la hora de marcar el rumbo, tanto en la salida de los actuales gobernantes como en la entrada de nuevos inquilinos. El argumento de base es la huida de guerras internas y el desgaste que implican. De trasfondo, aparece la imagen poderosa e intimidante de Pedro Sánchez. ¿Puede atreverse alguien (o alguna corriente) a encabezar una operación en contra de la solución ungida por la dirección central del partido?

Esta es una pregunta que sobrevuela la situación actual del PSPV y que marcará lo que suceda en los próximos días y semanas. Porque lo que está en juego (también) en todo este proceso es la autonomía de la federación valenciana. No se trata solo de independencia en lo formal, ya que los procedimientos reglamentarios están ahí para garantizar esa parte, sino en la gestación de la toma de decisiones que han de marcar el futuro.

Los horizontes de Puig

Así, en el horizonte personal de Puig se abren distintas posibilidades a la vista de todo lo comentado en las últimas semanas. Una es la salida hacia un puesto de representación internacional (se ha hablado de la embajada de España ante la OCDE, con sede en París), lo que llevaría al abandono de los cargos que ahora desempeña y a la apertura urgente del proceso de renovación al frente del partido con la ministra Diana Morant como la candidata preferida: es próxima a Puig y de confianza total de Pedro Sánchez. ¿Es posible? Para algunos es la opción que está intentando Ferraz. No obstante, chocaría con el discurso que el expresident ha mantenido desde que perdió las elecciones del 28 de mayo: evitar la estampida y mantenerse para propiciar (intentarlo, al menos) una transición tranquila.

Otra opción es mantenerse con su puesto principal actual, el de senador (acaba de ser nombrado presidente de la comisión de Presupuestos, la única que ha caído en manos socialistas), pero acelerar el recambio en la secretaría general con la convocatoria de un congreso extraordinario. En el tránsito mantendría el volante. Y el final de la operación acabaría probablemente también en la figura de Morant.

Una tercera posibilidad (no descartable a la vista de la trayectoria del expresident) es que todo quede en nada, a pesar de todo el nerviosismo interno desatado, y se mantenga como senador, diputado autonómico (este puesto es el que más pronto que tarde dejaría) y secretario general hasta un congreso ‘de país’ ordinario, después del federal.

Se empezará a ver pronto qué pasa. Posiblemente en presencia del secretario de organización y hombre de confianza de Sánchez, Santos Cerdán, que tiene citas viernes y sábado en València y Alicante con los líderes provinciales, peones también relevantes en las partidas en marcha.

Al final, se verá también si las estrategias que Ferraz puede diseñar sobre el cuaderno se pueden ejecutar tal cual sobre el terreno. Y sobre todo, con paz interna y prolongada durante el largo tránsito hasta las próximas elecciones autonómicas. Pero hoy, eso es seguro, Mazón puede respirar tranquilo.

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