Ágora

El poder y la idea

José Luis Villacañas

José Luis Villacañas

Todos los problemas que vimos el martes pasado tienen un origen. A diferencia de SUMAR, que siempre apostó por la necesidad de una política de Estado que llevara a la amnistía, el PSOE no incluyó ese punto en el programa de gobierno con el que se presentó a las elecciones pasadas. Este hecho se deriva de que el PSOE no ha interiorizado que sólo puede gobernar si es capaz de ofrecer a la representación plurinacional de España cierta participación en el Gobierno. La amnistía era necesaria para ofrecerle una representación política democrática normalizada a la minoría nacionalista catalana. Al no verse esencialmente vinculado a la idea de formar un gobierno con apoyos plurinacionales, el PSOE no se vio obligado a incluir en su programa la medida de amnistía.

Si lo hubiera hecho entonces, hoy todo sería diferente. Pues si a esa propuesta el pueblo español le hubiera dado la mayoría conscientemente, la amnistía podría ser una medida indiscutible, capaz de implicar al Estado. Los poderes judicial y legislativo deberían aceptar entonces que es una decisión consciente de la ciudadanía española y no tendrían razón alguna para torpedearla. Incluso el PP podría considerar que no puede ser su cometido oponerse a una voluntad expresa de la mayoría del pueblo español. Podría avisar acerca de los peligros, e incluso acerca de lo erróneo de dicha decisión popular, y podría declarar que no quería participar de ella, pero sin beligerancia extrema. Podría asumir que es preciso que se cumpliera la voluntad popular.

Lo que fundamenta la beligerancia del PP es que la mayoría del pueblo español no votó expresamente la amnistía porque no iba en el programa del PSOE. Por supuesto, esto no legitima la pequeña guerrilla judicial, porque esta no puede competir con el Parlamento en ningún caso. Esta guerrilla judicial, sin embargo, es el motivo que aduce Junts para extremar más allá de toda medida las cláusulas de la amnistía. Sin embargo, ninguna ley puede prever la actuación de un juez. La ilógica posición de Junts llevaría a la eliminación de la libertad judicial. Revela de nuevo esa lógica política propia que los llevó a la DUI.

Usando su política tradicional de aprovechar cualquier debilidad del Estado español, Junts muestra que para ellos resulta inseparable aprovechar las ventajas de oportunidad del Gobierno de Sánchez y, al obtenerlas, debilitar al Estado. Ambas cosas van unidas para Junts. Pero la idea política del gobierno plurinacional no pasa por profundizar en las debilidades del Estado, sino por fortalecerlo en otra dirección, más democrática, menos oligárquica, más plural, social, cultural, pacifista, anticolonial, inclusiva, sensible a la diferencia, ecologista y feminista. Pero Junts no es solidario de esa idea. Quiere debilitar al Estado sencillamente para humillarlo. En realidad, sin margen para la aventura y sin proyecto alternativo, solo puede reorganizar la desbandada de los nostálgicos de aquellos días febriles, con la conciencia de que la otra opción es desaparecer.

Este es su cálculo desesperado. Junts sabe que el gobierno de Aragonés ya está sostenido por los Comunes y el PSC. Sabe que es altamente probable que ese pacto de manera explícita forme gobierno en 2025. Sabe que ese escenario mostrará su irrelevancia. Sabe que los intentos de configurar un nuevo partido con las bases de la Asamblea puede amenazarlos de forma directa. Intenta usar esta oportunidad para decirle a toda esa gente que Puigdemont sigue siendo el representante legítimo de la República imaginaria en la que viven, esa Ínsula Barataria que esperaba al final de su aventura quijotesca. Eso es lo que significa la frase «Me importa un comino la gobernabilidad de España». Al decirlo así, se separan de la idea que sostiene al Gobierno Sánchez. Por eso, para que sobreviva el proyecto de este Gobierno, se tiene que dejar de depender de Junts. Porque sencillamente lo hacen estallar ante la ciudadanía.

El escenario es este. Si Junts tiene razón en su planteamiento, y su actitud lo fortalece y vuelve a ser el actor decisivo en las elecciones de 2025, entonces no sólo está destruyendo la idea de un gobierno plurinacional, sino que este sólo puede gobernar alimentando a quien lo hace inviable. Junts logrará que este gobierno plurinacional sea exactamente lo que no debe ser, un accidente, un episodio que utilizó un gobernante flexible y arrojado, un paréntesis, mientras se recompone el bipartidismo estructural desde la derecha. En estas condiciones, la pregunta es obvia. ¿Por qué darle una prima política a Junts? ¿No sería más responsable decirle al mundo y a Bruselas que Junts ha rechazado aprobar la única amnistía legal posible?

Es hora de dar prioridad a la idea sobre el poder. Es hora de creer en un proyecto político y no meramente apreciar su momento de necesidad y de oportunidad. Es hora de que el PSOE disponga de algo más que de personalidad de adaptación y de flexibilidad. Es hora de que asuma que el proyecto de transformar el Estado desde el reconocimiento de la plurinacionalidad de España, y de la mayoría social que ella forma junto con todos los demócratas radicales de SUMAR, es más importante que el poder de presidir el Ejecutivo. Es hora de que este proyecto no sea un sobrevenido, sino una idea clara por la que luchar, se tenga o no se tenga el poder. Y es hora de proclamar bien alto que Junts no cabe en ese proyecto. Porque, aunque no sepamos bien cuál pueda ser su idea, resulta evidente que Junts tiene otra bien distinta.