A la contra

Feminismo abolicionista, ¡siempre!

Agustín Zaragozá

Agustín Zaragozá

Hoy es un día de reivindicación. Anclados unos años en esa ceremonia de la confusión dispuesta a desenfocar y desnaturalizar el concepto «feminista», conviene recuperar su sentido profundo, histórico, crítico. El feminismo es uno solo –otra cosa son las olas feministas– y siempre ha sido, fue y será abolicionista. Quien se refiera a feminismos en plural piensa, supongo, en otra cuestión o quimera, apropiándose errónea y torticeramente de la lucha de las mujeres por un mundo en igualdad, sin patriarcado coercitivo o del consentimiento. El carácter abolicionista del feminismo no es discutible, ni intercambiable, ni revisable, aunque, por el talante reflexivo y argumentativo de su discurso, podamos discutir, debatir y plantear interrogantes sobre esa base ideológica. Quiere decirse que el feminismo y su agenda pone su empeño en abolir el género, la pornografía, la prostitución, los vientres de alquiler. Aquí no se admite debate. De haberlo será sobre otras cuestiones pertinentes a partir de este inamovible principio abolicionista: cómo extinguir el género, su uso adecuado o no en algunos discursos, o sobre cómo erradicar la pornografía desde las políticas públicas, qué resulta más o menos efectivo, urgente.. Un ejemplo actual sería la defensa de una «identidad de género» desde la legislación, la administración y la escuela. El feminismo tiene muy claro que no existe tal constructo fantasmagórico porque, por su propia historia, conceptualización, lucha y opresión sobre las mujeres, ninguna identidad puede reforzar un «género» que daña, violenta, excluye, esclaviza, oprime y discrimina a las mujeres por el hecho de serlo. Desde la propia Coeducación –y siguiendo a maestras admirables como Elena Simón, Amparo Tomé, Marina Subirats o Mª José Urruzola– se lucha, desde tiempos lejanos, por un mundo sin género capaz de construir un proyecto común entre hombres y mujeres que logre que, sea cual sea tu sexo, puedas adoptar cualquier comportamiento considerado adecuado para un ser humano. Por eso el feminismo distingue entre identidad sexual –identificación de las personas como machos o hembras– e identidad sexuada –reconocerse como niño o niña. La «identidad de género» incumple el principio más elemental del feminismo abolicionista: refuerza esos estereotipos de género inaceptables y que construyen un mundo de hombres y otro de mujeres. ¡Fuera el género y sus fantasmas!

Si el feminismo abolicionista se ejecuta desde las políticas públicas, el resultado es admirable, emocionante. Así pudimos comprobarlo, disfrutarlo y celebrarlo el pasado 29 de febrero en el castillo de Riba-roja (València). La concejalía de Igualdad convocó unas Jornadas Abolicionistas para presentar el I Plan Abolicionista de la Prostitución y allí reunió a Ana Julián, Chelo Álvarez, Amelia Tiganus, Mabel Lozano y un servidor. Gabriela Bravo, vicepresidenta segunda de les Corts Valencianes abrió el acto, al que también acudía la diputada Rosa Peris y una nutrida representación de feministas abolicionistas de la Comunitat Valenciana. El camino feminista es abolicionista. Y Riba-roja marca una ruta a seguir. Gracias a Raquel Pamblanco, concejala de Igualdad. Gracias infinitas a Vero Blanco, Agente de Igualdad del municipio, quien dignifica la profesión con su apasionada dedicación a la causa abolicionista, haciendo historia desde una actitud amorosa y pedagógica. Sigamos la única vía posible: feminismo abolicionista, ¡siempre!