Tribuna

Un gancho por la izquierda contra la igualdad

Regina Laguna

Regina Laguna

Este golpe no lo vimos venir. Mientras las mujeres «privilegiadas» del mundo Occidental recuerdan día a día las cifras de la vergüenza de la violencia machista, otras cifras nos han golpeado de frente y en la cara. La primera encuesta del CIS sobre la percepción de la igualdad y los estereotipos de género acaba de revelar el verdadero espíritu de la sociedad en que vivimos: «Un 44,1% de los hombres cree que la promoción de la igualdad ha llegado tan lejos que ahora se les discrimina a ellos».

Es decir, casi la mitad de los hombres -compañeros de trabajo y de vida, amigos, padres, hijos y hermanos- opinan que las mujeres somos unas privilegiadas. Y esto lo afirman y lo reivindican cuando, en la misma encuesta, el CIS ofrece otras cifras vergonzantes de la realidad: «Las mujeres dedican el doble de tiempo al cuidado de los hijos que los hombres». Y así seguimos. Y seguiremos. Porque la cifra se dispara hasta el 51,8% entre los jóvenes de entre 16 y 24 años.

Lo que estos hombres llaman privilegios no son mas que derechos, los de las mujeres. En todo caso, los privilegios los deberían perder ellos. Porque Rousseau ya lo dejó bien claro en El contrato social, cuando escribió que la mujer está para «hacer nuestras vidas fáciles y agradables”, las de los hombres.

Y de aquí el resultado de una encuesta que ha golpeado todas las conciencias y la estructura de una sociedad cuyos cimientos democráticos se muestran cada vez más débiles. En su II Congreso Internacional, celebrado hace unas semanas en Riba-roja del Túria, la asociación Docente Feministas por la Coeducación (Dofemco) alertaba sobre el retroceso en las aulas de la coeducación, que «nace de la necesidad de alcanzar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres a través de una educación respetuosa y libre de sexismo».

No lo hemos logrado y vamos hacia atrás. Por eso, cada semana sumamos una mujer asesinada por violencia machista y, a veces, dos. Según cifras oficiales, de nuevo, del Ministerio de Igualdad, las víctimas mortales a manos de su pareja o ex pareja en 2023 alcanzó las 58 mujeres, más de una a la semana y nueve más que el año anterior. Y ésta es la punta del iceberg de la violencia machista que no acaba en muerte.

Pero lo más sangrante en estos momentos, reflejo de las cifras anteriores, es el aumento exponencial de la violencia sexual contra las mujeres y las menores, por parte de hombres y menores. Y lo más grave es que sigue siendo por parte de sus círculos más cercanos, sus parejas, novios, compañeros de colegio… La falta de respeto hacia la mujer, su cosificación y deshumanización, clasificándola como objeto, deviene de un preocupante aumento del acceso al porno en internet cada vez a edades más tempranas. Y para esto aún no tenemos leyes ni remedio.

De nuevo, debe producirse un cambio de paradigma en una sociedad que ha retrocedido en sus concepciones más elementales, en la que acaba de aparecer una nueva amenaza que borra el concepto de mujer basado en el sexo y, por tanto, la esencia de su desigualdad. Con estas nuevas ideas importadas desde el neoliberalismo anglosajón, los indicadores para medir la igualdad se distorsionan e incluso pueden llegar a desaparecer por su ineficiencia cuando no se sabe responder a la simple pregunta de «¿qué es ser mujer?». En esta lucha está el movimiento feminista desde hace 300 años, como Women Declaration International (WDI), que reafirma en su Declaración los derechos de las mujeres basados en el sexo.

Desde Fundación por la Justicia se lucha por una sociedad justa e igualitaria, también para las mujeres, ese «colectivo» formado por más del 50% de la ciudadanía que ni siquiera en Occidente ha alcanzado la igualdad real y efectiva que permita su justa representación en todos los ámbitos de la sociedad y, en especial, en las esferas de poder.