Opinión | Algo personal

Ponga una coma en su vida

Imagen de la Fira del Llibre.

Imagen de la Fira del Llibre. / Levante-EMV

Estamos en días de libros. Miedo me dan esas celebraciones. Que por qué. Pues porque tengo la impresión de que muchísima gente sólo lee en estos días. El Día del Libro. La Feria del Libro. Los millones de listas que salen en la prensa recomendando libros, como en las ofertas de un supermercado. Es como si dijeran: ponga un libro en su vida. Sólo uno, ¿vale? Y con eso ya tenemos la cuota de lectura anual bien cumplida. Hace unos días leí en este diario una entrevista con un escritor llamado Javier Castillo. No lo conozco. Tampoco por sus libros. Leo cada vez menos libros actuales. Los de los amigos. Los que me recomienda la gente en la que confío. Me adentro cada vez más en los libros cuya escritura viene de lejos. No es una pose. Es cuestión del tiempo que llevas a la espalda. Y yo ya llevo mucho. Demasiado. Nací en una casa sin libros y ahora no sé dónde meterlos porque se han convertido en los invasores de la Casa tomada que se inventó Cortázar en uno de los más escalofriantes relatos que he leído en mi vida. Por eso no sé quién es ese escritor que según dicen vende millones de ejemplares, hay series, como La chica de nieve, basadas en sus novelas y se mueve por las redes sociales con más soltura que Burt Lancaster, Gina Lollobrigida y Toni Curtis saltaban de trapecio en trapecio en una película de cuando yo era un crío y Cliff Richard y los Shadows estaban a punto de cantar The Young Ones para encandilar a los primeros fans de los sesenta. Me detuve en la entrevista que les cuento porque me llamó la atención el titular: “Escribir bien es sólo una de las 25 cosas que tiene la literatura”. Y flipé. Sobre todo porque era eso lo que, según él, les decía a quienes se le acercaban para pedirle consejos sobre cómo escribir. Qué peligro el tal Castillo. Qué peligro.

Annie Ernaux.

Annie Ernaux. / Levante-EMV

Me pregunto cuáles serán las otras 24 cosas que, en su opinión, tiene la literatura. Ni idea. Es verdad que yo voy todavía a pedales por los caminos cada vez más enrevesados de las nuevas tecnologías. No tengo facebook, ni twitter (o como se llame ahora), ni instagram, ni nada de nada. A lo más que llego es al wasap y estoy pensando en salirme y moverme por el mundo con el tam-tam de Tarzán y los Watusi o la columna de humo con la que se avisaban los siux de Caballo Loco para tender emboscadas a los soldados de John Wayne. Por eso me entra un sudor de correr el maratón cuando leo en la entrevista que “cada 30 segundos le llega una notificación al móvil por algún comentario en sus redes sociales de lectores y amigos”. Lo siguiente que me pregunto es cuándo escribe este hombre. Sobre cómo se la suda la calidad de lo que escribe, bien que lo explica él mismo en la entrevista. Eso sí, tiene cerca una voz crítica que opina de sus novelas antes de publicarlas. Esa voz es la de su mujer, que se llama Verónica y es influencer. Sobre la novela que acaba de publicar su marido, lo tiene claro. Es el mismo escritor quien lo dice: “Le ha encantado”. Todo queda en familia. El amor y la literatura son felices y comen perdices. Escribir bien no sirve de nada. Si quieres vender -parece advertir el entrevistado-, olvídate de lo que escribía Joan Didion: “Lo único que conozco de la gramática es su poder infinito. Cambiar la estructura de una frase altera el significado de esa frase de forma tan clara e inflexible como la posición de una cámara altera el significado del objeto fotografiado”. Pero ojo, que no están reñidos la buena escritura y el éxito editorial. Y tanto que no. Conozco bastantes casos de esa buena relación. Por eso lo que dice ese autor de bestsellers supone una arriesgada temeridad, cuando no una abierta incitación a la bazofia literaria.

El arte de escribir.

El arte de escribir. / Levante-EMV

Creo que lo mejor es que estos días de libros sirvan para abrirnos una puerta a la lectura cada vez más frecuente y cada vez más profunda, menos complaciente con los gustos tantas veces interesados del mercado. Leer es un oficio y hay que pulirlo de la mejor manera posible. En La escritura como un cuchillo nos dice Annie Ernaux que en sus comienzos lectores lo hacía desde un acercamiento “afectivo” a lo que leía. Y que así leyó en su momento En busca del tiempo perdido, la obra magna de Marcel Proust. Pero que luego, ya con mucho recorrido por los territorios de la escritura y la lectura, lo hacía de una manera distinta: más crítica, fijándose, más que en el sentimiento que le pudiera provocar la historia que leía, en “cómo estaba hecha”. O sea: en cómo estaba escrita. Eso no supone que leer exija sacrificio de ninguna clase. Ni tener un título universitario. Al revés. Escribir es una diversión estratosférica y leer ha de ser lo mismo. Y en ese sentido, leer y escribir decentemente no están reñidos con el más feliz de los entretenimientos. Porque no podemos olvidar que una coma mal puesta puede arruinar el mensaje más trascendente y decisivo de su vida. De la vida de ustedes quiero decir. De la de ustedes.

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