Opinión

La llama del 15M sigue viva

El movimiento 15-M, surgido en el año 2011, fue una llamada a la rebeldía. Un grito de rabia ante tantas injusticias que nos rodeaban y que todavía nos acechan. Miraba hacia la banca, acusaba a los corruptos, exigía responsabilidades auténticas, reclamaba a los políticos honradez y coherencia en sus propuestas y en sus actos. Les pedía que fueran consecuentes y que tuvieran empatía con los que más sufren. Exigía una democracia real que fuera mucho más allá del bipartidismo y de limitarse a votar cada cuatro años.

El 15-M no ha vuelto porque nunca se fue del todo. Descubrió su llama y la seguirá manteniendo y despertando nuevas conciencias. Como decía Ismael Serrano: “Hoy mueren en Gaza los que ayer morían en Bagdad…”. Y hoy acampan en las universidades de España y de medio mundo los hijos de los que hace ahora trece años plantaban sus tiendas y pancartas en la Puerta del Sol, en la Plaza Catalunya o en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia.

Movimientos como el de los Iai@flautas son un claro ejemplo de ello. Surgieron para defender a sus nietos a quienes se les llamaba “perroflautas” por atreverse a decir “Basta ya” y por manifestarse y concentrarse durante días y semanas en las calles.

Hoy, trece años después, siguen vivos y activos. Salen a las calles en sus célebres “Lunes al Sol” y son la resistencia del 15M. Todo un ejemplo a seguir. Estos días, sin ir más lejos, han estado apoyando a los jóvenes en sus acampadas en las universidades, como lo hicieron en su día en las plazas, pero también en apoyo a la PAH, a las víctimas del Metro de Valencia o al movimiento por el cierre de los CIES, entre otros.

Siguiendo su ejemplo, otras y otros se levantarán de su activismo de sofá, cogerán un bolígrafo, un rotulador o un lápiz. Escribirán sus lemas en un cartón, en una cartulina o en un papel y saldrán a reivindicar sus derechos o los de cualquiera que los tenga amenazados en algún lugar del mundo.

Dentro de unos días, la llama del 15-M parecerá que se ha extinguido de nuevo. Pero no, seguirá ahí. Que nadie lo olvide. Estará prendida en los barrios, en los pueblos, en las plazas, en las conversaciones de la gente, en los bares, en las tertulias universitarias, en las largas esperas de los hospitales o de la cola del paro. En las miles de manifestaciones que nos esperan. En las residencias de ancianos y en los colegios, en las prisiones, en las fábricas, en las minas, en las oficinas. En definitiva, en todo lugar donde haya una mente pensante con capacidad de ver que se pueden cambiar las cosas y que estas no siempre son como nos las cuentan.