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Millás juega con fuego

Millás juega  con fuego

Millás juega con fuego / Manuel Peris

Manuel Peris

Juan José Millás es un maestro del columnismo. Lo sabe todo el mundo. No hay más que leer sus columnas en este periódico. Sus colaboraciones con el antropólogo Juan Luis Arsuaga son una demostración de su curiosidad y de su capacidad para la divulgación científica. Sus novelas, de su sabiduría como escritor.

Ahora nos llega la última, Solo humo (Alfaguara) en la que vuelve a algunos de sus temas habituales: el doble, la alucinación, los orígenes, la simetría, lo real fantástico, las lucubraciones infantiles, el azar, el diálogo con los padres desaparecidos, el extrañamiento… y todo ello impregnado de un fino sentido del humor. Una constante estilística, que lejos de caer en la repetición que algunos le achacan, es la demostración de su coherencia como artista, capaz de crear un universo propio. De manera que reconocemos enseguida un texto de Millás, como reconocemos un cuarteto de Shostakovich, un cuadro de Chirico, o una novela de Marsé.

Con la particularidad de que esta nueva novela tiene un plus muy singular. Contiene todos los elementos para convertirse en un curso de literatura. De manera que la deconstrucción de este relato y el análisis tanto de su estructura y de sus referencias intertextuales darían para impartir también un curso de escritura creativa. Es como si Juan José Millás hubiera decidido explicar cómo se construye una novela escribiendo un relato de ciento ochenta páginas.

Millás, que seguro leyó hace décadas Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim, utiliza aquí los cuentos de Grimm como espejo de la vida interior de Carlos, el joven protagonista de la novela que busca al padre ausente. De él ha heredado el nombre, un piso y un manoseado ejemplar de esos cuentos, cuya lectura permite al autor articular las mudas que marcan los distintos niveles de realidad de la novela. Freud denomina la «novela familiar» a un punto clave en la edificación del psiquismo, en el que el niño, en una situación de crisis, puede inventar una parentela de sustitución de un familiar que supuestamente no lo es. Y también, soñar con un tercero ausente poniendo en escena otra familia, siguiendo el modelo del bastardo y del niño perdido, dos figuras tradicionales de los cuentos de hadas. Según Marthe Robert, los novelistas no hacen sino prolongar, de mayores, este proceso de ficcionalización de la realidad, reprimida en el periodo de latencia y utilizada inconscientemente en la creación literaria. Algo que Millás, obviamente no dice, pero que desgrana a lo largo de toda la novela, poque sabe que la función principal de la fantasía es la escenificación del deseo.

Millás juega con ese fuego y a los lectores nos llega Solo humo, no es poco porque es una novela estupenda.

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