¡Aprenda con tebeos!

¡Aprenda con tebeos!

¡Aprenda con tebeos! / Levante-EMV

Álvaro Pons

Cuando era niño, y de eso hace mucho, lo de leer tebeos estaba consentido si el lector estaba todavía en la tierna infancia. Eso sí, se suponía que un correcto crecimiento y desarrollo alejaría tan perniciosas lecturas como señal indeleble del comienzo de etapas más productivas de la vida del ser humano. Ya se sabe: «donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro». Pero, ¡ay!, si resulta que alguien era sorprendido leyendo cómics, la frase «¡A tu edad, y leyendo tebeos!» caía con toda la fuerza de la decepción ante lo que era, con seguridad, síntoma de que la cosa no iba nada bien y de que el futuro para quien cometiera la infracción era de lo más preocupante. Ya no les digo lo de poner en la misma frase «tebeo» y «escuela»: si un cómic aparecía en una clase era porque había sido hábilmente colado entre las páginas de un plúmbeo libro de texto para hacer más amenas las somníferas clases de un profesor que repetía sus amarillentos apuntes. Aunque, oigan, que aprendíamos y mucho: que más de uno sabe de dónde está el Tíbet por Tintín o es consciente de lo perjudicial que es la radiación gamma gracias a Hulk.

Todo esto seguro que, a más de uno, le trae recuerdos próximos, pero resulta que las cosas han cambiado. Y mucho, porque los tebeos hoy ya pueden ser leídos con tranquilidad a cualquier edad y los docentes se han dado cuenta de que esos cómics que tanto escandalizaban hace décadas pueden resultar excelentes herramientas educativas. Buen ejemplo tenemos en Pedro Cifuentes, profesor de la terreta que ha sido pionero en el uso del cómic como metodología dentro del aula. Con su sable láser extensible, sus lápices y rotuladores, Cifuentes aprovechó las viñetas para enseñar consiguiendo que la clase entera se pusiera a dibujar historietas aprendiendo con alegría, arte y motivación. Un éxito que le ha permitido exportar fuera de las paredes de su clase su modelo con la serie Historia del arte en cómic que publica la editorial Despertaferro, que llega a su cuarta entrega con Arte Barroco. Un libro tan divertido como riguroso con el que estudiar a los clásicos, de Velázquez a Caravaggio, es una auténtica delicia. Y no se dejen engañar por la aparente sencillez del dibujo de Cifuentes: su arte es mayúsculo y tiene páginas que dejan embobado, aviso.

Pero no se crean que el cómic sólo puede hablar del arte: ni las ciencias más puras se escapan de su atractivo, como demuestra La tabla periódica. Un cómic con mucha química, de Raquel Gu (Andana Gráfica). Como ilustradora no es nueva en la divulgación científica, con trabajos recordados con Clara Grima, pero ahora se ha aliado con la científica Adela Muñoz Páez y casi un centenar de profesores y profesoras de universidad e institutos, investigadores y alumnado para recorrer la tabla periódica que desarrollara Dmitri Ivánovich Mendeléyev dando voz a cada uno de los elementos químicos. Sin perder un ápice de exquisita precisión científica, cada símbolo químico se transforma en anfitrión de relatos que van desde lo fantástico hasta lo histórico, consiguiendo esa transversalidad tan necesaria hoy en día en el constreñido mundo de unas asignaturas que ya comienzan a quedar caducas en los esquemas educativos. Todas las disciplinas del conocimiento demuestran estar tan perfectamente relacionadas como los electrones, protones y neutrones de los átomos que conforman cada elemento, consiguiendo un libro ideal para llevar al aula y disfrutar aprendiendo química.

Dos excelentes tebeos que no hay que disimular entre las páginas de un libro de texto, sino que permiten ser usados como excelentes manuales de aprendizaje.