García Faet

Jaime Siles

Jaime Siles

Hace ya mucho tiempo, acaso demasiado, que la poesía española escrita en castellano había renunciado a la voluntad de experimentación y a la necesidad de innovación que todo discurso poético que quiera ser realmente nuevo implica y exige. Berta García Faet (Valencia 1988) ha asumido este reto de modo decidido, con una sólida base teórica y una búsqueda formal tan radical como inteligente, expuesta en uno de sus poemas más significativos, «Me gustaría meter a todos los chicos que he besado desde el año 1999 en una misma habitación», en el que explica, entre otras cosas, su deseo de escribir «sobre política verde, sobre el concepto de verdad y metáfora en la filosofía del lenguaje de Friedrich Nietzsche, sobre la luz y la oscuridad como verdad y metáfora de ciertas preguntas morales que necesitan de otro vocabulario».

Fiel a este presupuesto, y articulado y concebido como una serie de conjuntos autónomos pero entrelazados entre sí, este libro suyso, reúne materiales de distinta cronología, escritos en un amplio espacio de tiempo que se extiende de 2009 a 2022, y cuya factura e idea de la composición no puede ser más correlativas ni más solidarias con y de los principios poéticos en los que se apoya y sobre cuya base mental y verbal se constituye y establece. Estamos, pues, ante una importante autora, que no sólo posee su propio mundo sino que incorpora a nuestras letras también un singular modo de dicción: de Dichtung. Y esto, en medio de tanta medianía mimética de producción en serie, es algo que se agradece, y mucho, porque prueba que la poesía está viva cuando se la alimenta: esto es, cuando quien la escribe no se pliega a una noción caduca, periclitada y obsoleta sino que busca tanto nuevos territorios como tradiciones y fórmulas en los que asentar su nuevo sistema de expresión. Berta García Faez lo ha encontrado en su hábil y actualísimo manejo de la ironía, que incluye a la que despliega tanto sobre el lector como sobre la persona poemática desde cuya instancia ella misma se pronuncia como autor («mis poemas ya no hablan de mí ni de ti ni hablan») a sí como sobre un corpus conceptual de amplio y profundísimo calado, que sintetizan estas palabras suyas: «la grieta entre el lenguaje y la cosa», que atraviesan su libro, y la tragedia del lenguaje expuesta por Foucault. No es de extrañar, pues, que en su escritura convivan atemperadas formas de culturalismo -visibles en las referencias a Novalis, Zagajewski, Ajmátova, Brahms, Merton, Anna Frank, Hölderlin, Freud, García Lorca, Teresa de Jesús, Quevedo, Bécquer, Villon, Cummings, Antonio y Manuel Machado, Klee, Monet, Lope de Vega, César Vallejo, Flaubert, Tchaikovski y Jakobson, entre otras- y un inclinación metapoética, un confesado interés por las vanguardias, explícito en su uso de la tipografía, un personalísimo manejo del poema largo, de tono coloquial y dicho en voz alta, de la rima asonante, la onomatopeya y la aliteración, la canción popular y la infantil retematizadas, la etimología y una posmoderna mezcla de diferentes lenguas(alguna de ellas como el latín de la página 55 erróneamente escrito). En Corazonada hay poemas excelentes y algunos de ellos -como «Niños que roban/situacionismo teen», «Postal escrita por las dos caras», «Mi abuelo se abrió una cuenta de Skype», «Me perdí completamente en NYC una vez», «El lápiz se rompe dentro como yo», con sus lograda Ringkomposition, tal del gusto de la lírica griega arcaica, «Crecer es crecer en locura», «Alcánzame el abanico de zigurats», «Casa giratoria», «Novela del niño dibujante», o «Lees este poema y no lo entiendes»- son por completo memorables y figuran entre las composiciones maestras de su autora.

Pero lo más admirable de su poesía es la técnica que utiliza, basada en la concatenación del ritmo y la sintaxis, el maravilloso dominio del lenguaje, patente en «Äbaco & Indígena & César Vallejo», en el que extrae las máximas posibilidades de la prosodia y la acentuación, en la recuperación del arcaísmo y la acuñación términos compuestos, en la estela de Celan, así como su definición de la poesía como «ese titilar de elipsis, que, elipsis y más elipsis, enigmáticamente, produce verdad revelada», porque sus «paralelismos sonoros implican paralelismo de corte ontológico». Berta García Faez es una poeta de verdad: una poeta a la que respetamos, en la que creemos y a la que admiramos porque su escritura poética aporta y supone un nuevo modo de ver, enetener y expresar la realidad.

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