Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

«No me he quedado parapléjico de milagro»

El hombre que se precipitó a la Acequia Real en Alberic al cruzar a pie la A-7 relata que los faros de los coches le impedían ver el canal

Figuérez se recupera en el hospital de Alzira. vicent m. pastor

Francisco José Figuérez está vivo de puro milagro. El hombre que se precipitó a la Acequia Real del Júcar el pasado día 18 en Alberic tras cruzar a pie la A-7 se recupera de sus graves lesiones en el Hospital Universitario de la Ribera y, según le advierten los médicos, le queda para varios meses. Se rompió los tobillos, siete costillas, una muñeca «y no me he quedado parapléjico de milagro», afirma con un nudo en la garganta, mientras permanece postrado en la cama de la habitación que ocupa en el hospital alcireño.

Este vecino de Puçol recuerda de forma nítida el calvario que sufrió hasta ser rescatado por los bomberos. Era de noche y volvía de Alicante en su vehículo dirección Valencia, cuando se quedó sin gasolina. Dejó el coche arrimado en la salida de Gavarda y, en lugar de dar aviso a los servicios de asistencia, pensó en ir andando hasta la gasolinera, que se ubica justo al otro lado de la A-7 de donde se había quedado tirado, para comprar combustible. «Si les llamas, tardan mucho en venir y lo que quería era llegar cuanto antes a casa», se justifica.

A sus 50 años, no valoró las consecuencias de tan arriesgada imprudencia. Cruzó los dos primeros carriles, saltó la mediana y cuando logró pasar los otros dos que le quedaban, llegó al quitamiedos. Lo peor estaba por venir. La ausencia de señalizaciones de advertencia sobre la presencia del canal, la oscuridad de la noche y la luz deslumbrante de los vehículos le impidieron darse cuenta de que justo por allí pasa la acequia. Saltó sin pensarlo y se precipitó irremediablemente desde una altura de siete metros, según los responsables de su rescate, cifra que la víctima eleva a quince. «No caí de cabeza y por eso sigo vivo», mantiene. El canal apenas llevaba agua y el golpe fue fortísimo. «Me ha destrozado», describe.

«La peor media hora de mi vida»

La única suerte para él fue que el teléfono móvil que llevaba encima no se rompió en la caída. Gracias a ello, pudo avisar al 112, que envió rápidamente varios efectivos hasta el lugar. «Ellos me salvaron. Fue la peor media hora de mi vida. No podía respirar, estaba lleno de lodo y me pasaron hasta ratas por encima», recuerda con pesar. Ahora, le espera un largo proceso de recuperación. «Me tienen que operar varias veces y en el hospital me dicen que tengo un ángel, no se explican cómo he sobrevivido», concluye.

Compartir el artículo

stats