Lleno absoluto en el auditorio de la Casa de la Cultura de Alzira. La participación de Rosa Regàs en el Ciclo de Conferencias de los Premios Literarios Ciutat de Alzira 2016 había despertado expectación y bien es verdad que no decepcionó el numeroso público que escuchó con atención —y devoción— su análisis sobre la historia de la mujer especialmente en el último siglo. Regàs, que hará 83 años el próximo 11 de noviembre, ha vivido en primera persona buena parte de los últimos 100 años, así que entrelazó datos históricos con anécdotas personales y creó un magnífico clima de complicidad con de los asistentes.

«Nuestra historia ha sido un desastre, las mujeres hemos sido personajes de segunda y esto ha sido propiciado especialmente por las grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo», explicó Rosa Regàs para abrir boca. La escritora catalana señaló la República como momento histórico clave en la lucha por la igualdad de la mujer. En este sentido, destacó los avances durante este periodo y el papel desempeñado por Clara Campoamor y Federica Montseny. Acabada la época republicana, Regàs dibujó que el retroceso fue grande: «la mujer volvió a ser propiedad del hombre que la había elegido». No tuvo dudas: «Enseguida supe que era una de las derrotadas de la Guerra Civil, pero también estaba convencida que pertenecía al bando de los que tenían razón».

«Nada contra los hombres»

Madre de cinco hijos, de las pocas universitarias de la época y luchadora de energía incombustible, Rosa Regàs hace gala de haber protestado contra todo lo que no consideraba correcto: «Las ganas de luchar, cuanto más se practican, más se tienen, y yo he protestado mucho, siempre que he visto una injusticia, por eso cada vez soy más de izquierdas». Feminista convencida, no acababa de sentirse cómoda en algunos grupos feministas con los cuales tuvo relación: «Eran muy beligerantes con los hombres y yo no tenía nada contra ellos, por eso pensé que mi manera de defender la igualdad de los hombres y las mujeres tendría que derivarse de su propio comportamiento y no de gritar por la calle». Regàs sostiene que «no hay libertad sin libertad económica» y por eso decidió estudiar una carrera y tener un trabajo remunerado. Sobre el divorcio, argumenta que a pesar de que se alegaba la rotura de un vínculo sagrado para rechazarlo, «lo que realmente asustaba a muchos es que era una rendija en dirección a la libertad de la mujer».

Regàs aclaró que las incontestables diferencias hombres y mujeres no tienen que alcanzar «la dignidad y los derechos». También subrayó que en la lucha por la igualdad, los hombres no son los enemigos: «Ellos también han sufrido, porque durante muchos años no han podido llorar, dudar o compartir penas o alegrías con las mujeres como iguales». En este sentido, zanjó: «La igualdad es buena tanto para las mujeres como para los hombres».