El cabo de la Guardia Civil de Carlet Raúl Blázquez, que este domingo participó en el rescate urgente de tres ocupantes de un coche en un campo anegado en Alginet, recordó un consejo de su padre, que era bombero, en su decisión de atarse una cuerda a la cintura y subirse al vehículo.

«Teníamos que sacarles de allí sí o sí porque, si no, se iban a ahogar». «La suerte es que el coche no volcó, si cae de lado no estaríamos hablando aquí de esto». «Apareció una cuerda de la nada y fue milagrosa». Los cuatro agentes de la Guardia Civil de Carlet que el domingo participaron en el rescate de los tres vecinos de Algemesí -dos de ellos octogenarios- que habían quedado atrapados en su vehículo arrastrado por la fuerza del agua detallaron ayer todavía con emoción un servicio prestado junto a la Policía Local de Alginet y los bomberos, que amenazaba con acabar de forma trágica.

El cabo primero Raúl Blázquez explicó que, cuando llegaron a la altura del vehículo, el agua alcanzaba ya el pecho del conductor y el copiloto mientras que la mujer que ocupaba el asiento de detrás, con graves problemas de movilidad, se esforzaba en levantar la barbilla para seguir respirando. «Estaban nerviosos, como en estado de ´shock´ y les costaba articular palabra», comentó Blázquez, el primero que tras anudarse una cuerda a la cintura saltó hasta el coche y trató de tranquilizar a los ocupantes. Según relató, su padre había sido bombero y tras recordar el fallecimiento meses atrás de un compañero en Sevilla arrastrado por el agua en una situación similar, explicó que le llegó como un «flash» un consejo que le dio: «Si te ocurre algo así amárrate una acuerda a la cintura».

Blázquez fue quien, tras romper un agente de la Policía Local que también había saltado al coche una ventana lateral, sacó primero a la mujer por este vano y después cargó al conductor hasta el borde de la calzada donde más de media docena de personas tiraban de él. El desnivel de más de un metro entre la carretera y el campo de caquis y la fuerte corriente complicaban el desplazamiento. «La Guardia Civil está para este tipo de situaciones, estamos al servicio del ciudadano, yo entré aquí para esto», relató ayer con satisfacción y todavía visiblemente emocionado durante su exposición. Era la primera vez que se enfrentaba a una situación extrema de este tipo. No era el único.

Su compañero David Gaona coincidió en relatar la satisfacción que embargó a todos tras acabar con éxito el servicio. «Es una de las sensaciones más bonitas que se puede tener en este trabajo, no se puede describir», indicó. La agente Ester Fernández tenía claro que, si no actuaban, los ocupantes del vehículo fallecerían. «Cuando llegamos el coche se estaba hundiendo, estaba lleno de agua y les teníamos que sacar sí o sí porque, si no, se iban a ahogar». María Caballero, la ocupante del asiento trasero, también había llegado a la misma conclusión al ver como el agua subía sin poder salir del coche. «La mujer me dijo que se había preparado porque, con el agua por el cuello, pensaba que se moría», relató Fernández.

El agente Juan García Quiñones comentó que era la situación más grave que vivía desde que está en el cuerpo dado el elevado riesgo para estos ciudadanos. «Hay protocolos de actuación, pero en una situación así se trata de actuar rápido, con coraje y poco más», explicó