Son los últimos de Tous. Cuando parecía que empezaban a olvidar la catástrofe, el Instituto de Crédito Oficial ha vuelto a abrir una cicatriz manchada de barro al exigir la liquidación de las cuentas pendientes más de tres décadas después. Suficiente para volver a aflorar el fantasma de la desgracia. La banca les reclama tras 36 años, la devolución de los préstamos que en su día la Administración central les facilitó para que pudieran paliar los primeros efectos del desastre. Los afectados necesitaban esos créditos para recomponer lo que el agua se llevó por delante y han vivido hasta hoy con la creencia de que sus deudas estaban saldadas y no debían nada a nadie. Lo cierto es que siguen empantanados por el préstamo. La notificación les ha pillado descolocados y ya se han producido casos en los que el ICO ha embargado algún bien de los afectados.

En 2008, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, aseguró que el Ejecutivo central condonaría las obligaciones de 1.500 personas y estudiaría el resto de expedientes. Hoy, este capítulo sigue sin cerrarse. Las víctimas afirman que les prometieron que todo estaba liquidado, pero lo cierto es que estos casos están cabalgando a lo loco por los juzgados. Uno de los afectados es Antonio Requena, un vecino de Alzira que todavía guarda en su retina la huella de la desolación. Tras el suceso, su futuro quedó en jaque y gracias a un préstamo de alrededor de 10.000 euros consiguió salir a flote. Ahora, le exigen el abono total del importe al que se le han sumado los intereses. En total: 24.900 euros. Un pago que se niega a afrontar. «Nos dijeron que se nos había exonerado. La cantidad que solicité por aquel entonces, apenas me sirvió para reparar los daños. Tuve que trabajar como un esclavo para rehacer mi vida. Hubo gente que tenía seguro y sí que se benefició, pero yo no tenía nada. Era, es y será una desgracia que arrastraremos siempre. Lo he dejado en manos de mi abogado y espero que podamos encontrar una solución. De todos modos, con 75 años que tengo, ya no me sorprende nada, aunque a nadie le gusta que a estas alturas le quiten el dinero», señaló Requena.

Sin prescribir

Existe la posibilidad de que el préstamo prescriba a los 15 años, al igual que ocurre con otros productos financieros como las tarjetas de crédito. Pero para que la deuda caduque se tienen que dar dos condiciones que no son sencillas: que el acreedor no reclame su capital durante ese periodo y que el deudor no reconozca su obligación, ni de forma expresa ni tácita. Así lo establece el Código Civil en su artículo 1964. Sin embargo, los plazos varían en función de la naturaleza y el origen de la deuda. «He pedido auxilio a concejales y a alcaldes, pero se pasan la pelota de unos a otros. Lo mismo ha ocurrido con los bancos. Son muy listos. Ellos van enviando el aviso cada ciertos años hasta que el Instituto de Crédito Oficial te obliga a hacer frente. No me extrañaría nada que detrás de toda esta historia hubiera fondos buitres», sentenció el alcireño.