Para la joven Paula López, incluso adquirir un billete es una odisea: «Hace poco quise comprar un billete de ida a València, tenía mucha prisa y el tren pasaba en cuatro minutos, pero la máquina se quedó mi dinero y no sacó ningún billete. Me dirigí a taquilla para informar sobre lo ocurrido pero como era sábado, no había nadie. Tenía un compromiso urgente y no podía llegar tarde, de modo que pasé sin billete sabiendo que tendría problemas al llegar en Valencia. Le conté lo que había sucedido a una trabajadora de Renfe y solo repetía que no me podía dejar pasar sin un billete, que tenía que volverlo a comprar. Le dije que no llevaba más dinero y ella me repetía 'pues no te puedo dejar pasar', a lo que yo respondí que, entonces, me quedaría allí. Finalmente me dejó pasar y yo le dije que no tenía la culpa que sus máquinas de autoventa no funcionen bien. Nada funciona bien en Renfe».