No hace falta buscar en los documentos más antiguos de un archivo para encontrar una imagen que era preocupante hasta decir basta. Un río sin agua y en el que aparecían, en diversas ocasiones, peces muertos. Eso se traduce, irremediablemente, en un ecosistema que se deteriora a pasos agigantados. Pero lo cierto es que los episodios recientes de precipitaciones han dado una segunda oportunidad a este entorno, que ofrece una estampa bucólica como no se recordaba en la localidad.

La alcaldesa de la localidad, Pura Atienza, recuerda cómo era la relación que se tenía con el Albaida y cómo ha cambiado: «Siempre se ha vivido de espaldas al río. Es algo que sucedía mucho antiguamente. Yo recuerdo que, cuando era pequeña, mi casa era de las que estaba junto al cauce. Desde allí se veía cómo se arrojaba la basura en sus inmediaciones. Se quemaba y cuando llegaba una crecida, el agua se lo llevaba todo. Ahora eso sería impensable porque nos hemos dado cuenta, como sociedad, de que tenemos que vivir de cara al río», argumenta al respecto.

No obstante, también es cierto que algunas prácticas anteriores ahora podrían resultar beneficiosas. Las cañas también aparecían en los ríos, pero su acción era menos dañina para los ecosistemas ya que el pastoreo ayudaba a controlar su avance. Ahora es capaz de proliferar a lo largo y ancho de los cauces fluviales, acaparando buena parte de los recursos y desplazando a especies de flora característica de las riberas. Esa es una tarea que está pendiente. «Todas las administraciones implicadas tenemos que trabajar conjuntamente para eliminar estas especies invasoras y fomentar la recuperación de las autóctonas», apostilla Atienza.

Entre sequías y avenidas

No obstante, uno de los principales problemas que ha adolecido el Albaida es la falta de caudal. Es lo que ha propiciado, a lo largo de las últimas décadas, fuertes contrastes. «El río se secaba todos los años. Pero luego venía el otoño, llegaba una lluvia torrencial y teníamos una gran avenida que, debido a la anchura del cauce, parecía otro completamente diferente. No tenía nada que envidiar al Ebro», explica la alcaldesa de Manuel.

Con todo, esa falta de recursos hídricos es un motivo todavía de reivindicación, aunque podría tener una solución.Recientemente, la comisión de Medio Ambiente de Les Corts ha aprobado por unanimidad una propuesta de Compromís para reclamar al Gobierno que realice las obras necesarias para garantizar que la capacidad de almacenamiento real del embalse de Bellús y laminar las avenidas de la cuenca alta del río Albaida sea de 69 hectómetros cúbicos, como fue diseñado en los años 90, y no de los 29 operativos actualmente. Esa intervención evitaría episodios de avenidas como los vividos en los últimos años, al mismo tiempo que permitiría, ya que la reserva sería mayor, «abrir el grifo» para que el río tuviese un mayor flujo.

«Si todas las cosas que se plantean en Bellús se convierten en realidad, tendríamos agua todo el año. Hay que garantizar ese caudal ecológico, un mínimo que nos permita ahondar en esta recuperación que ya vivimos. Ahora no podemos estar más contentos, con un río repleto de agua, de vegetación, de animales, como las ranas que no oíamos croar desde hace mucho o las aves que llevaban años sin dejarse ver. Incluso las nutrias que aparecieron hace unos meses. Tenemos que garantizar que esto tenga una continuidad», concluye la alcaldesa.