«Por muy difíciles que se nos pongan las cosas, siempre hay un camino por el que podemos continuar». Ramón Redondo realiza esta afirmación con conocimiento de causa. Era un auténtico atleta, aficionado a las carreras de montaña de larga distancia y a la escalada, cuando un desgraciado accidente cambió su vida. Se había desplazado con un grupo de amigos a los montes de Montserrat (Barcelona) para disfrutar de un fin de semana deportivo con el que celebrar la despedida de soltero de uno de ellos cuando, al intentar bajar el Torrent de Santa Maria mediante una maniobra de rápel, se precipitó desde unos 25 metros de altura. Fue rescatado en helicóptero y evacuado al Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona con numerosos huesos rotos y, la peor lesión, daño cerebral.

Mes y medio en coma, año y medio ingresado en un hospital -primero en Barcelona y después en la unidad de daño cerebral del Hospital Aguas Vivas- hasta que recibió el alta en octubre de 2013 y, a pesar de las secuelas que le ha dejado el accidente, decidió que quería volver a practicar deporte.

Con el tiempo ha vuelto a participar en diferentes pruebas como la Transgrancanaria en tres ocasiones -«pero la de 17 kilómetros», subraya, en un intento de restarle mérito-, la subida vertical al Hotel Bali de Benidorm en otras tres e incluso ha vuelto a escalar en dos ocasiones en Bellús y Montesa. Ramón Redondo ha decidido contar su experiencia en «Otra oportunidad», un libro autobiográfico editado por NPQ, que esta semana ha presentado en Alzira, donde reside. Su objetivo principal, que su experiencia de superación pueda servir de apoyo a otras personas.

Ramón Redondo contaba con 32 años cuando sufrió el grave accidente de montaña. Trabajaba en Alzira como policía y regentaba una tienda de deportes de montaña, su gran afición desde que su familia se trasladó a València en el verano de 1991. Apenas un mes antes del accidente había disputado la prueba reina de la Transgrancanaria con 123 kilómetros y el fin de semana con los amigos no debía representar gran dificultad para un montañero experimentado y con una gran fortaleza física y mental.

Varias veces al borde de la muerte

Del accidente no recuerda nada más que aquello que le han contado las personas que le acompañaban. «Me rompí las dos tibias, el fémur, unos huesos por la espalda; la rodilla izquierda me la tuvieron que recomponer porque había quedado destrozada, me extirparon el bazo y estando en el hospital también me quitaron un trozo de pulmón con necrosis», relata, mientras señala que en varias ocasiones se temió por su vida. «Pero mi lesión más grave fue el daño cerebral. No salí de lo que denominan amnesia postraumática hasta el mes de diciembre cuando el accidente había sido en abril. Tenía problemas de memoria, de atención, muchos problemas cognitivos», relata, hasta que tras pasar por el hospital de La Barraca en octubre de 2013 recibió el alta médica.

Tiene secuelas, principalmente problemas de movilidad, coordinación y equilibro pero, según asegura, «en todo momento tenía claro que quería volver a practicar deporte e hice todo lo posible por volver a hacerlo, de acuerdo con mis posibilidades».

«El deporte me mantiene motivado para continuar, los resultados son totalmente secundarios, lo importante es estar activo», señala Redondo que, además de correr, ha encontrado en la marcha nórdica otro deporte que se adapta a sus posibilidades. De hecho, ha participado dos años consecutivos en las pruebas de la copa de la federación valenciana. «Desde 2012 hasta ahora sigo recuperando, ya no voy a rehabilitación, tomo el deporte como una rehabilitación porque es necesario, me hace falta. Todos podemos llegar a ser capaces de conseguir mucho más de lo que nos imaginamos en un primer momento. Por muy negativos que se te puedan poner los problemas a los que te tienes que enfrentar, con la paciencia y la perspectiva adecuadas, vamos a poder acercarnos mucho a nuestra mejor versión», resume.