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Las cartas dan otra vida a Didín Puig

Edicions 96 compila en un interesante volumen la correspondencia de la ilustre periodista de Benimodo con un amigo francés en la que repasa su historia desde los años treinta a los ochenta y cómo mantuvo viva la llama del antifranquismo

Didín Puig, en su hogar, tras recibir el reconocimiento cultural del Consell en 2017. | VICENT M. PASTOR

El historiador Natxo Escandell. | LEVANTE-EMV

Didín Puig ha dejado una huella imborrable en la cultura ribereña y valenciana. La periodista de Benimodo, fallecida en 2019, vuelve ahora a la vida con un nuevo libro en el que se reconstruyen las cartas que intercambió con Olivier, un conocido francés con el que se carteó durante años tras su paso por el país galo, que configuró buena parte de su visión del mundo y le permitió «huir» de la dictadura franquista y conocer la libertad democrática. Ahora, Edicions 96 lo reconstruye a través de un volumen en el que han participado también Empar Bria, que se ha encargado de compilar y transcribir las cartas; de Natxo Escandell, que escribe unos comentarios que las contextualiza en su momento histórico, social o político; y de Pau Àlvarez, que se encarga de las ilustraciones.

Puig tuvo que salir a Francia para poder estudiar periodismo sin tener que pasar antes por la sección femenina franquista. En el exilio trabajó cuidando a Florencia, los retoños de la cual, Jaume, Anna y Olivier, fueron como los hijos franceses de Didín.  Olivier, a sus once años, le hace la pregunta: «¿Qué hacías para ser antifranquista?». Didín repasa (y se recupera en el libro), a través de las cartas que le envió, la época de la dictadura y le muestra de manera amable, pero firme, qué acciones emprendía para mantener viva la llama de la resistencia antifranquista. Benimodo, València o París son los escenarios de las cartas. Desde una denuncia por hablar en valenciano a un policía, protestas ante la embajada española en París, las dificultades para poder enviar unas cartas a algunas localidades con el nombre en valenciano o anécdotas de los primeros conciertos de Al Tall son algunos de los hechos que describe Puig en estas misivas a Olivier.

Un libro ideal para poder configurar un recorrido desde los años 30 hasta los 80: una época convulsa y, a la vez, históricamente apasionante, en la cual Didín Puig jugó un papel capital. 

Escandell añade: «Todo lo que me habían contado sobre Didín se quedó corto después de los primeros cinco minutos con ella. No era solo lo que me habían dicho, ¡era multiplicado por 10! Amable, sencilla, tierna y con muchas experiencias que no podían quedarse ahí dentro. Era una caja de sorpresas y cada historia superaba la anterior. Horas y horas escuchándola, aprendiendo y preguntando».

Pedagogía pura

Según explica Natxo Escandell: «Didín nos dejó en febrero de 2019. A su entierro vino todo el pueblo de Benimodo, gente de Francia, de Cataluña, consellers e ilustres del mundo cultural valenciano. Didín no era una cualquiera. Allí entendí que hasta entonces no había entendido nada, que Didín Puig era más de lo que ella nos decía. ‘Tampoco he hecho tanto’, ‘Ya ves tú, con la cantidad de gente importante y me entrevistas a mí’, ‘Hice lo que tenía que hacer, sin más’. Siempre me decía lo mismo, pero resulta que no, que ella era mucho más. Cuando leí aquellas cartas suyas pensé en qué fácil llegarían a la gente joven. Qué bien explicaba cómo era la vida en las postrimerías de la Guerra Civil y durante el franquismo. Pedagogía pura. No podíamos dejar pasar la ocasión de recordarla, de que alguna gente la conociera y de que el resto aprendiera de la mano de Didín. Y eso hicimos. Me puse con la contextualización histórica a partir de las cartas. Una a una. Hacía falta que la gente entendiera cómo se vivía en un pueblo pequeño durante la dictadura y qué consecuencias tenía». Todo ello se muestra ahora en una investigación que se presentará en Carcaixent el 22 de abril y en Benimodo el 23. También en Castelló el 7 de mayo.

Ayudar como prioridad

«Didín no se cansaba: siempre dispuesta a ayudar al resto. Aquello era Didín: la vida por los otros. Hablamos y hablamos. Y acodamos volver a vernos. Y así hicimos durante un verano. Hice de escribano de su vida. Yo, Dolors y Pau. Los tres escuchábamos y tomábamos notas entre dulces, cafés e infusiones. Casa Didín me dejó maravillado: papeles, libros, carteles, textos e imágenes se acumulaban por los rincones. Pero lo mejor que contendía aquel hogar era la propia Didín. Historias, anécdotas, vida y momentos que después de más de ochenta años continuaba teniendo presente», concluye Escandell.

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