Como te has ido sin previo aviso, aunque dejándome un mensaje, y sin facilitarme tus señas, aunque no estés exactamente en paradero desconocido, sabiendo de tu afición a leer la prensa de papel -que se resiste a desaparecer a pesar de los agoreros- quiero que sepas que no estoy enfadado contigo.
Nos hicimos amigos de verdad (no virtuales), allá por principios de los ochenta del siglo pasado, gracias a la generosidad de Damián Catalá, que compartía hasta los amigos, y al atrevimiento -la ignorancia es muy atrevida- de los por entonces jóvenes organizadores del certamen de narrativa breve Flor de Cactus, que andaban pidiendo apoyo a diestro y siniestro, por amor al arte, en sentido literal. Enseguida hicimos buenas migas dado tu innato magisterio en música, literatura, historia y buen humor socarrón.
Desde tus profundas convicciones religiosas, mantenidas siempre «in crescendo», contra viento y marea, con una coherencia envidiable, supiste involucrarte por devoción en mil y un proyectos cívicos y culturales de nuestra ciudad, sin hacer distingos, ni encasillarte en tribus o capillitas.
Siempre he sospechado que el lema «en Ulls de Mussol cada u fa lo que vol», tiene mucho de tu talante, y creo que el Círculo Musical te debe muchas corcheas, los «llibrets de Falla» te adeudan muchas estrofas y tus amigos te debemos muchas tertulias (forma arcaica de comunicarse «vis a vis», sin tecnología interpuesta).
En 1980, el año que ganó nuestro buen amigo Anselmo Cid el premio Ausiàs March (en castellano), a ti te concedieron un accésit (en valenciano) por tu magnífico poemario titulado «Giravoltant espais lliures», que estoy convencido es lo que estás haciendo exactamente ahora.
No te olvides de seguir practicando el inglés, ni de los que continuamos condenados a galeras.
Un abrazo.
