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Teclas, teclosos y teclados

Francisco Esteve.

la gran mayoría de los mortales estamos llenos de teclas. Sigmund Freud en su libro Strum und Drang las define como disfunciones del cuerpo, la mente o los sentimientos, y las divide en tres clases: teclas de la salud, teclas del carácter y teclas de la ideología. En España, la palabra «tecla» da origen a frases como estas: Fulano es un tecla. Mengano es un tecloso. O Fulanita tiene más teclas que un piano.

Para las teclas de la salud recurrimos a los profesionales de la medicina, aunque también ellos tienen sus teclas, que no son moco de pavo. Algunas personas devotas se encomiendan a Santa Tecla virgen y mártir, patrona de los teclosos. Otros recurren a curanderos y chamanes porque todo consiste en acertar con la tecla adecuada para afinar la complicada máquina que es el cuerpo humano.

Las teclas que afectan al carácter son muy difíciles de afinar ya que están ligadas al ADN y, como decía el Nobel Severo Ochoa, descubridor de la clave genética y la síntesis del ácido ribonucleico, «se nace con mala leche o con buen humor y, estas dos maneras de ser permanecen durante toda la vida».

Las teclas de la ideología política son las más peligrosas porque nacen de un sentimiento visceral y se manifiestan en términos de prepotencia en las redes sociales insultando y descalificando a los que no piensan como ellos.

He llegado a un punto en que me aburre soberanamente la política de los partidos porque, al fin y al cabo, son simples estructuras de poder donde el número uno ejerce un poder absoluto. Mis «teclas» hacen que me considere un hombre libre, epicúreo y con sentido del humor. Pretendo ser un heterodoxo español. Aborrezco lo políticamente correcto y cualquier tipo de populismo. No pertenezco a ningún grupo, partido, club, asociación o cofradía, pero me siento solidario y amigo de todos sin distinción de raza, sexo, religión o ideología. No tengo whasapp, ni messenger ni twitter. Solo me comunico por por el e-mail con que firmo mis artículos.

De las teclas humanas, voy a pasar ahora a las teclas de la máquina de escribir. La primera que se comercializó fue la Rémington el 1 de mayo de 1872 en Nueva York. En España, fue en 1913, cuando Abelardo Toledo fabricó en Valencia la primera máquina de escribir de impresión frontal con la marca Victoria.

En los difíciles y grises años 40, lastrados por el plomo de la Guerra Incivil, comenzó en España el boom de la mecanografía al tacto, que sería un valor añadido para que muchos jóvenes pudieran encontrar trabajo en despachos y oficinas. En Gandia, según me cuentan Pepe Matoses y Pilar Ramón, iban a aprender con la primera profesora de mecanografía que hubo en la ciudad. Se llamaba Marieta, una mujer menuda y lisiada que vivía en compañía de su hermana Elena en la calle del Padre Gomar. Años más tarde, Eladio Jareño la recuerda en una planta baja de la calle Oliva, sentada en una mecedora frente a una docena de jovencitos que aporreaban sin piedad las teclas de las Underwood.

Pero la figura emblemática de las máquinas de escribir fue don Antonio Subiela, un verdadero experto en la anatomía de las teclas y los teclados. Lo recuerdo con su inseparable bicicleta y la bolsa de herramientas recorriendo bancos, oficinas y casas particulares para mantener en forma las máquinas de escribir. Se sentaba ante la máquina, sacaba un pincel de marta cibelina y limpiaba con meticulosidad hasta la última mota de polvo. Luego tecleaba unos minutos para comprobar el ritmo del corazón de la máquina y, acto seguido, con su diminuto instrumental ajustaba palancas y tornillos, tensaba muelles y con dos gotitas de aceite afinaba el sonido del teclado y dejaba la máquina en perfectas condiciones. Mi hermano Pedro recuerda oírle decir que cuando la máquina estaba muy sucia la metía en un baño de gasolina y quedaba como nueva. Pero en una ocasión cuando devolvió una de estas máquinas al antiguo Banco de Vizcaya el empleado comenzó a escribir y cuando decidió encender un cigarro se produjo una llamarada.

Como se decía antaño, Antonio Subiela era un hombre de Dios. Colaboraba activamente con don Miguel Zacarés en su obra del Preventorio. Me cuenta Pedro Llobell que vendió un precioso canario, del que estaba enamorado toda su familia, para ayudarle.

Su sobrino, Paco Esteve, pronto comenzó a ayudarle y junto al mismo taller de la calle Canónigo Manjón, frente a la antigua Casa Pastor, abrieron una escuela de mecanografía. Años después, Paco Esteve se asoció con Juan Serna, que trabajaba para la Hispano-Olivetti regentada por el señor Picot. Abrieron tienda en la calle Vallier. Y a la muerte de Juan le sustituyó su hijo Pablo. Hasta que en el año 2000 se jubila Paco Esteve y Pablo Serna continúa con el negocio.

Hoy, jueves 3 de mayo, festividad de Santa Tecla, las teclas y teclados de móviles y ordenadores, junto a las teclas humanas de los teclosos, siguen estando presentes en las vida de todos los seres humanos.

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