La alarma suscitada en las playas valencianas por la llegada de la carabela portuguesa ha puesto en valor un trabajo que vienen realizando los pescadores de Gandia desde hace seis veranos: servir de barrera de contención contra las medusas, tan temidas por los bañistas, sobre todo por los de «secano», que no están tan acostumbrados a darse un chapuzón en el Mediterráneo.

Desde el viernes pasado y hasta finales de agosto, pescadores enrolados en una embarcación de artes menores harán batidas por el litoral gandiense los viernes y sábados (días acordados por ser de mayor afluencia de bañistas) desde las 7 de la mañana hasta las 11 horas con un objetivo: recoger las medusas que afloran a la superficie, así como plásticos o cualquier otra basura flotante que se encuentren. En total serán nueve barcas, una diferente cada fin de semana para turnarse. Si hiciera falta más salidas porque se detectara un banco mayor, también se harían.

Las redes que se lanzan pueden alcanzar los 4 o 5 metros. Los pescadores recorren esos días unos 4 km (2 millas náuticas) por la costa gandiense, entre la desembocadura del río Serpis (Marenys de Rafalcaïd) y la playa virgen de l'Auir, en trayectos de ida y vuelta.

La iniciativa, pionera y única en la Comunitat Valenciana, es fruto de un acuerdo entre el Ayuntamiento de Gandia y la Cofradía de Pescadores. Además de tranquilizar a los bañistas, cuando se aprobó, en 2012, buscaba otra finalidad; contrarrestar las pérdidas económicas que sufrían las barcas tellineras, ya que la legislación no les permitía en verano faenar a partir de las 11 horas, cuando cuando su horario habitual era hasta las 14 horas. En el año 2015 la Generalitat prohibió la captura de chirla y tellina en todo el litoral valenciano, actualmente inmersas en un plan de regeneración, pero el acuerdo sobre las medusas se mantuvo en Gandia, hasta hoy. Por este servicio el ayuntamiento abona a la cofradía 3.000 euros. Otras cofradías de España ya se han interesado por esta fórmula de colaboración.

José Escrivà, patrón de la embarcación «Lalín», y su ayudante David Aparisi fueron los primeros en empezar la campaña, el viernes pasado. A su vuelta a puerto este periódico fue testigo de que llegaron sólo con plásticos. «Podemos certificar que tenemos la playa con menos medusas del Mediterráneo», bromeó José. Las medusas salen más a la superficie cuando la mar está en calma, y ese viernes sopló levante y hubo algo de oleaje.

Pero la labor de apartar medusas la realizan los pescadores no sólo en verano, sino todo el año cuando calan las redes. Ellos son los primeros perjudicados a la hora de faenar porque la moca, como la llaman en el argot, se engancha a las redes y hacen que pesen más. «Y las llevamos a tierra, no las volvemos a tirar a la mar», puntualiza José, que ya ha sufrido picaduras en más de una ocasión.

Unos opinan que esa constancia está dando sus frutos, ya que cada año se capturan menos medusas, pero los expertos señalan que esto no es un factor determinante, sino que el mar es caprichoso y cada época llegan más o menos en función de las corrientes y la temperatura del agua.

Una vez en el puerto, las medudas, que se depositan en capazos, se tratan con cloro, que las mata y les quita el veneno, y luego las dejan al sol hasta que se desecan y así prácticamente se desintegran. Esos restos, ya si ningún peligro, se vierten nuevamente al mar.

Actualmente se está estudiando la propuesta de enviar las medusas capturadas al Oceanogràfic de València para que sirvan de alimentos a especies como las tortugas bobas que allí se recuperan o a otros peces. «Es una idea que nos gusta, porque así se cerraría el círculo; nosotros somos partidarios de la extracción de medusas pero siempre que se haga de forma equilibrada, sin abusar, y respetando el ecosistema, de ahí que sólo salgan dos días a la semana», afirma el concejal delegado de Pesca, Xavier Ródenas.

El secretario de la cofradía gandiense, Enrique Ferrer, también valora el acuerdo entre ambas partes de forma satisfactoria, ya que permite ese plus económico a un oficio que en Gandia no crece, sino justo lo contrario, «y lanzamos a los turistas el mensaje de que el ayuntamiento se preocupa por tener una playa protegida».

Sobre el asunto Ferrer lanza dos propuestas. La primera es que el convenio también se podría aplicar en mayo, cuando las medusas son más pequeñas. Además, plantea que la iniciativa se adopte desde la Mancomunitat de Municipis de la Safor para que extienda a los pueblos costeros vecinos y ser más eficaces en la recolección, o incluso que se promueva desde la Diputación de València.