Este ha sido un año de muchos cambios en las Fallas, que se han hecho para aglutinar todas las sensibilidades. ¿Esta postura es positiva?

En las fechas que estamos es un poco prematuro hacer esa valoración, habrá que hablar tras las fiestas. La gente debe entender que no estamos en las fallas de los años 80, sino que estamos casi en el 2020. Esto es un movimiento asambleario en el que las fallas deciden lo que quieren hacer por mayorías, que es el sistema democrático y es como se ha hecho siempre. Ahora estamos en unos momentos en que todos los ámbitos políticos y sociales en que la democracia participaba está ahí. Mientras las fallas quieran ir por un camino, la Junta debe ir delante, detrás o al lado de ellas, pero siempre en compañía de ellas, no puede ir en contra. El tema de la cuarta sección y los 23 banderines está por valorar, porque aún no han sido fallas. La filosofía con la que se ha adoptado esto es que es una cosa temporal, reversible y transitoria. Probaremos, y si da frutos favorables para las fallas, seguirá y, si no, se revertirá. La filosofía con la que creó es que fuera un experimento.

Pero en un año no va a ser suficiente para saber si es o no válido.

Seguramente no tendremos suficiente, pero en estos últimos ocho años no hay dos ejercicios seguidos que hayamos aguantado el mismo sistema de secciones, ni banderines ni de la dotación económica. Es un tema no resuelto, eso es evidente. Pero a mí me gustaría, al menos, que la decisión tuviera una continuación de dos o tres años, porque es la única forma cierta de saber si realmente el sistema funciona o no. Si cada año lo vamos cambiando, nunca podremos tener un criterio al que acogernos para saber si es bueno o no.