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8º no mentirás

Siendo todavía un pipiolo, fui al puerto a llevarle el «esmorzar» a mi querido padre Ángel, (nada que ver con el cura de la bufanda roja). Nos sentamos encima de dos cajas de naranjas. Desenvolvió su papel de estraza y empezó a devorar aquel lamentable bocadillo de aceite con azafrán. Llevaba ya cinco horas carretilla arriba y abajo con ciento catorce kilos de peso a sus espaldas, piernas y brazos (3 cajas a 38 kilos). Hoy con más de cuarenta kilos te denuncian. Para acompañarle, levanté como pude una de las maderas de la «americana» (caja de naranjas) y le quité una de las llamadas Wasintonas. La pelé con mis ya no tan inocentes manos y, gajo sí y otro también, me la comí entera. A mi padre le robé otra de la marca Repórter envuelta con papel de seda de timbrados Vilaplana. Aquello era un manjar de los dioses pero made in Spain. Ahora, salvo los expertos, no sabemos si los manjares son sudafricanos, brasileños, uruguayos, marroquís o de la Conchinchina. Supongo que algún día el veterano Cristóbal Aguado (AVA-ASAJA) nos contará la verdad de lo que está pasando con nuestros cítricos. Pero volvamos a lo de mi padre, que es más importante que don Cristóbal.

Cuando estábamos acabando de almorzar, se me ocurrió preguntarle, como no haría cualquier chiquillo de la época, su opinión sobre la vida y sobre Franco. «La vida es una mentira y Franco después de la guerra nos hizo pasar mucha hambre». Me dio un carxot, se frotó sus callosas manos, cogió la carretilla y se fue a atiborrarla de naranjas con destino Londres para que días más tarde, se las comiera la Reina Isabel II en su palacio de Buckingham. Así está ella de preciosa.

Aunque la vida sea una mentira, o eso creía mi padre, hay un mandamiento para los católicos pero que sirve para todo el mundo. El octavo dice: «no darás falso testimonio ni mentirás». Eso no lo cumple ni el Padre Ángel, ni tampoco la alborotadora y perniciosa Lucía Caram.

Hay mentiras, las piadosas, que pueden ser más o menos permisibles: «he terminado tarde de la oficina», «estaba reunido», «el móvil no tenía batería»... cuando lo que hacías era tomarte unos «chatos» con «bravas». Otra cosa es ser infiel y decirle a parienta que es el amor de tu vida, o que te lo diga ella. Eso conlleva un peso orna-mental difícil de asimilar y complicado de explicar.

Ahora, para embusteros los políticos. Por cercanía me voy a referir a los de aquí. Los últimos alcaldes de Gandia y «adosados» desde los últimos veinte años. Podría mirar más hacia atrás pero no quiero cansar al personal. Ni tampoco opinar de grandes infraestructuras realizadas por ser con fondos estatales y europeos.

Comenzaré por José Manuel Orengo, sucesor de Pepa Frau. En el año 2009, junto a los suyos, aprueban la construcción de un tranvía tipo Malvarrosa, pero a la playa de Gandia. Después de mucha polémica aquello saltó por los aires. El tranvía no, el proyecto.

En el 2004, la America’s Cup elige el Puerto gandiense como segunda base para ubicar al flojito equipo francés del Areva-Challenge. Se apoltronaron aquí y estuvieron dos años y pico a cuerpo de rey, hoy palabra casi prohibida, en espera de la regata en la capital del Turia. Aquello fue vendido por los políticos como la panacea turística para Gandia. Los franceses llegarían a millones, comprarían chalets, apartamentos y llenarían todos los hoteles. Ni un maltrecho Johnny Hallyday con su cara presencia pudo salvar el evento. Los franceses prometidos nunca llegaron, los gastos seguro que sí. También prometió a duo con la Autoridad Portuaria una zona para megayates, pero todo quedó en agua de borrajas, nunca mejor dicho. Ni era el lugar ni Gandia, por mucho que brille, atrae a esos ricos turistas.

En el año 2009 el arquitecto genovés Renzo Piano, un Calatrava pero más fino, realiza un caro proyecto que él mismo presenta en Gandia a mesa y mantel. Un auditorio a lo Sídney en el puerto donde hoy atracan las barcas sardineras. Aquello se suspendió por caro y faraónico. Orengo en aquella época ya se sentía marinero. Hoy, y después de muchos temporales fuerza doce, ha conseguido ser Consejero de Balearía. Eso es navegar, no lo de Piratas del Caribe.

En el año 2011 entra en escena el polémico don Arturo Torró. Para no ser menos, proyecta un súper parque de atracciones a lo Walt Disney, se lo tumban al primer Dragón Khan que enseña. Después quiere hacer un campo de golf en la marjal y se queda sólo con las pelotas. Hasta los patos salen por patas. De la Jamaicana playa de l’Ahuir aún está esperando noticias. Sólo consigue «triunfar» con el Gandia Shore, los toros, los grandes espectáculos musicales y poco más.

Por último, Diana Morant, alcaldesa desde el año 2015. Con ella al mando, no recuerdo muchos proyectos. Tal vez por pintoresco, infantil y ridículo el «pacto del Serpis» haya sido el más importante. He rebuscado a ver si algún anuncio suyo podría tener hueco aquí y gracias a la hemeroteca, como dicen los cursis, lo he podido conseguir. Se trata de Transmediterránea, que ha clausurado la línea de Gandia a Baleares. Doña Diana, a bombo y platillo, anunció el barco que, según dijo después la empresa, cancelaba temporalmente el servicio debido a la pandemia, a sabiendas que la compañía estaba atravesando una importante crisis con una deuda de casi 700 millones de euros y el derrumbe de su valor nominal. Además, la compañía puso un plan de ajuste de costes que incluía el cierre de dos líneas no rentables. Una era la de Alcudia-Ciudadela y la otra la de Gandia-Ibiza. Eso ocurría mucho antes de que llegara el «bicho».

Me gustaría saber el costo del mimado ferry por el Ayuntamiento. Es una empresa privada sin más que no aporta nada a Gandia. ¿Dónde están los alemanes de la isla que tenían que venir a miles? ¿O los hoteles y restaurantes llenos? Si vino gratis también me gustaría saberlo. Y si no es mucha molestia, aunque pilla ya muy lejos, el coste de los proyectos fallidos, barquito velero incluido. Espero respuesta o remito cadáver.

Como canta Manu Chao en su disco Clandestino: «Todo es mentira en este mundo todo es mentira a verdad».

Les ruego pues se abstengan de mentir a los ciudadanos, que tanto quieren, y hagan lo que dice el octavo mandamiento, válido también para los impíos. Yo lo veo muy difícil con la mentira de Jefe que tienen en Madrid. Ese, el que no dormiría por las noches.

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