Si la pandemia del coronavirus hacía imposible que los niños se agolparan para poder saludar a los Reyes Magos de Oriente, entonces no había más remedio que cambiar los papeles. Tenían que ser Melchor, Gaspar y Baltasar quienes este año se acercaran a cada una de las casas para ver a quienes les esperan con una ilusión que hace saltar las lágrimas.

Y así ocurrió. Los embajadores de Sus Majestades lo dispusieron todo para que no faltara la ilusión, la esperanza y la confianza en el futuro en una de las noches más frías de lo que llevamos de invierno. Fueron ellos, en coche, a caballo, en carrozas o a pie, los que recorrieron la mayoría de las calles de los municipios de la Safor. Porque esta cita de la tarde y noche de cada 5 de enero es demasiado importante como para olvidarla, ni siquiera por un maldito virus que tiene en jaque a la humanidad entera desde hace casi un año.

Si la ciencia ha podido derrotar al covid-19 con una vacuna que pronto empezará aplicarse de forma masiva para protegerse de la enfermedad, los Reyes Magos trajeron ayer otra vacuna tan necesaria como la anterior. La de inocular a cada niño y cada niña de todos los lugares del mundo que, pese a todo, hay que seguir pensando que hay futuro.

Con ese cambio de planes, si los niños no podían ir, tenían que actuar ellos. Los Magos de Oriente variaron su itinerario y, en vez de un recorrido fijo, se desplazaron calle por calle, puerta a puerta, balcón a balcón.

En Gandia, tras aterrizar el helicóptero que les trajo desde muy lejos, acudieron primero al ayuntamiento, donde fueron saludados por la alcaldesa de la ciudad, Diana Morant. Después adoraron al Niño Jesús en la Colegiata y empezaron su itinerario, mucho más largo que el de otros años.

La visita, necesaria, no dejó de ser fugaz. Una especie de relámpago de felicidad que era devuelto con la sonrisa de los niños y niñas. Más cálido allí donde había más público infantil. Más frío en las zonas comerciales, todavía abiertas para comprar regalos, donde Melchor, Gaspar y Baltasar, pese a las sirenas de la policía y el magnífico coche de época en el que se montaron, pasaban algo más desapercibidos.

La fórmula, en Gandia y en otras localidades, fue muy parecida. Los organizadores intentaron que nadie se quedase sin poder verles. Sin darles un saludo, más corto que el de cualquier otro año, en actos que se prolongaron desde la media tarde hasta entrada la noche.

En todos los casos se evitó el contacto directo entre las personas y se animó a no salir de casa, como mucho al portal de cada vivienda. En Gandia, donde se temían algunas aglomeraciones en el centro de la ciudad, por aquello de las tiendas que seguían abiertas, el recorrido tuvo lugar sin ninguna incidencia, porque el coche de la comitiva real circuló sin detenerse.

Los Reyes más atípicos que se recuerdan visitarán hoy hospitales y centros benéficos y de mayores. Después regresarán a sus lejanos países con la confianza puesta en que a lo largo de este año triunfe la medicina sobre la pandemia y que el 5 de enero de 2022 las cabalgatas puedan incluir el calor de los abrazos.