El decoro, el aseo y la belleza son elementos sin duda atractivos que también contribuyen a generar interés por las cosas. Por eso no es conveniente que en un espacio urbano, especialmente si de por sí es un área comercial, se encuentren fachadas sucias, llenas de pintadas y carteles rotos. Si alguien busca un espacio para abrir un negocio, esa imagen lleva a buscar otros lugares, a sabiendas de que tampoco a los futuros clientes les gustaría encontrarse con ese panorama.

Esa es la filosofía que ha llevado al Ayuntamiento de Gandia a estudiar medidas que acaben con esa degradación que se ve en no pocos lugares que antes eran calles y plazas privilegiadas donde encontrar un local vacío para alquilar o comprar era casi imposible.

La imagen se repite en lugares emblemáticos de esta ciudad. Las fachadas y cristaleras sucias, llenas de carteles, e incluso con cartones que ocultan el interior no son extrañas en calles estrechas que conectan las muy comerciales calles Major y Sant Francesc de Borja. Pero también en otros lugares, incluyendo el paseo de les Germanies, donde muchos bancos han cerrado sus puertas en los últimos años y siguen casi tapiados. Peor es en otras zonas de Gandia menos «chic», como los distritos de Corea, Roís de Corella o de República Argentina-Plaça El·líptica.

Las crisis tienen buena parte de la culpa. Primero la del ladrillo, que afectó a cientos de locales en la ciudad. Después la catástrofe que generó el cierre comercial y social del covid-19. Y ahora las consecuencias de la subida del precio de la energía.

Esa situación que es todavía peor en otras ciudades, es la que ha llevado al ayuntamiento a plantearse dos líneas de actuación que aún no están concretadas. Como señaló recientemente el alcalde, José Manuel Prieto, por una parte se están articulando ayudas económicas para los promotores que estén dispuestos a abrir un nuevo comercio o a reabrir el que había cerrado. Si eso funciona sin duda contribuirá a renovar la imagen de esas feas fachadas.

Por otra, y siempre teniendo en cuenta que se trata de propiedades privadas, el consistorio no descarta articular iniciativas que se han impulsado en otros ayuntamientos para incentivar a los propietarios en esa labor que, de una u otra manera, también les podría acabar beneficiando.

El precio, eterno problema

Aunque Gandia sigue siendo un referente en comercio urbano, algo que se debe tanto a la iniciativa privada como a las constantes ayudas económicas y promoción externa que el ayuntamiento lleva a cabo, el elevado precio de los alquileres sigue frenando a muchos emprendedores que primero buscan en el centro y, frustrados por las elevadas cantidades que les piden, se ver forzados a desplazarse hacia otros barrios, e incluso a otros municipios, para abrir sus negocios a un coste más asequible.

Esa situación, que tampoco es nueva, es la que llevó al departamento municipal de Promoción Económica y Comercio a realizar una especie de inventario, calle a calle, para documentar los bajos comerciales que permanecen cerrados desde hace tiempo. La idea, indicó el entonces concejal de ese departamento, Ferran Martínez, era integrar una base de datos o una web que pueda ser accesible, una especie de «buscador» de locales comerciales cerrados o disponibles en Gandia. 

El ayuntamiento no entraría en la formalización de contratos de alquiler o compraventa, algo que legalmente solo está reservado a los propietarios y los interesados, pero sí animará, junto a las asociaciones de comerciantes, a «llenar» los muchos espacios que ahora se ven cerrados en todos los distritos de la ciudad, especialmente en el Centre Històric. Se trata de intentar atraer a posibles inversores o empresarios para que instalen aquí sus negocios.