El tren del sur que Gandia dejó morir

La desaparición de la línea Gandia-Dénia cumplió ayer medio siglo, el mismo tiempo que se reivindica su restitución  

La capital de la Safor quedó satisfecha con la línea directa a València y olvidó el enlace hacia Oliva y la Marina Alta

Al auge del coche y el camión FEVE sumó el argumento de la falta de rentabilidad que acabó con aquellos trenes

Un nutrido grupo de personas, en el andén de la antigua estación de Dénia.

Un nutrido grupo de personas, en el andén de la antigua estación de Dénia. / Levante-EMV

Sergi Sapena

A finales del siglo XIX la Gandia que ansiaba derribar las antiguas murallas que la ahogaban y construir un puerto de mercancías fue capaz de gestionar, junto a representantes del rico y ambicioso sector agrícola de la Ribera Alta y a la no menos poderosa burguesía industrial de Alcoi, la construcción de ese puerto y de dos líneas ferroviarias que cambiaron la historia de los municipios por los que pasaban. Eran la Carcaixent-Dénia, que primero fue solo hasta Gandia y tirada por caballos, y la que iba hasta Alcoi para subir carbón y bajar mercancías.

Ambas infraestructuras entraron en fase de decadencia en la posguerra y, sobre todo, cuando en los años 50 se fue imponiendo el coche y el camión para el transporte de mercancías y viajeros. Tan grave fue el declive que, en 1969, se cerraron las vetustas líneas férreas a Alcoi y Carcaixent, y, cinco años después, el tramo que todavía conectaba la capital de la Safor con Dénia. La empresa pública FEVE lo justificó diciendo lacónicamente que no eran rentables.

Ahora que se han cumplido 50 años del último viaje sobre raíles entre la Safor y la Marina resurge la nostalgia y la reivindicación para restituir la vía férrea, dos actitudes que arrancaron prácticamente en el mismo momento en que el tren fue desmantelado.

Y emergen, también, los análisis sobre cómo fue posible que se cerraran en apenas cinco años tres líneas que convergían en Gandia cuando, pese al auge del coche, hace cincuenta años ya se sabía que el tren añadía progreso.

Uno de los últimos trenes, en el recorrido entre Gandia y Dénia.

Uno de los últimos trenes, en el recorrido entre Gandia y Dénia. / Levante-EMV

Para de la respuesta está en la actitud de Gandia. La ciudad que casi un siglo antes había sido capaz de ir a Inglaterra a buscar capital para construir infraestructuras asumió con cierta naturalidad los argumentos que repetían las autoridades: «falta de rentabilidad» para liquidar las conexiones a Carcaixent, a Dénia y Alcoi.

En el "desarrollismo" y con decisiones en Madrid

A partir de los años 60 del siglo pasado, entrados ya en esa etapa de impulso económico llamada «desarrollismo», poco podía protestar Gandia en aquella España franquista donde las decisiones se tomaban en despachos de Madrid sin escuchar a casi nadie, y menos para reivindicar trenes que parecían destinados a la chatarra.

Pero es que Gandia, a diferencia de Oliva o de Dénia, tampoco lo perdió todo. El desmantelamiento del ferrocarril de vía estrecha, como era el caso de los trazados a Carcaixent, Dénia y Alcoi, fue compensado con la ejecución, prácticamente en paralelo, de la línea Gandia-Cullera, que la conectaba a València más rápidamente y sin trasbordos. En cierta medida, la capital de la Safor, que reivindicó durante décadas la vía ancha, quedó satisfecha, y encima logró que la estación de la ciudad, que sigue activa, se construyese en subterráneo, con túnel incluido, para no romper la trama urbana.

Varias personas en la estación de Oliva con un tren parado en la vía.

Varias personas en la estación de Oliva con un tren parado en la vía. / Levante-EMV

Esas «recompensas» ofuscaron a la siempre reivindicativa Gandia, que miró a València, en definitiva hacia norte, y dejó morir ese tren del sur que hoy, cincuenta años después de perderlo, aún echa en falta.

Décadas de promesas y palabras incumplidas

No hay ministro o ministra de Fomento, Infraestructuras o Transportes, no hay presidente de la Generalitat o conseller de Obras Públicas que, durante los últimos treinta años, no haya prometido impulsar el proyecto para prolongar el tren desde Gandia hasta Dénia, un trazado tan relativamente corto y llano que, de ser ciertas sus palabras, se habría puesto en marcha, como mucho, en dos legislaturas que duran ocho años.

Aunque este proyecto es una competencia del Gobierno de España, quien más avanzó fue un conseller del PP ya fallecido, José Ramón García Antón, que encargó y presentó un plan que a punto estuvo de entrar en fase de licitación para el tramo entre las ciudades de Gandia y Oliva. Apenas ocho kilómetros de vía que se habría asentado cómodamente sobre la plataforma del antiguo trenet, hoy convertida en pista ciclopeatonal entre ambas ciudades.

Mientras los responsables de la Generalitat y del Gobierno español ofrecían sus promesas, los alcaldes, siempre reclamando este proyecto, alzaban la voz en una sucesiva repetición de argumentos.

De hecho, hace apenas unos meses, durante un acto en la estación de ferrocarril de Gandia, cargos públicos de varios partidos reconocían que resulta difícil entender por qué no ha sido posible aprobar y poner en funcionamiento un proyecto que siempre ha tenido una absoluta unanimidad en el territorio afectado y cuyo coste no puede considerarse excesivo. En 2019 Compromís aseguró que iba a exigir a Pedro Sánchez el tren a Dénia si quería su voto para la investidura, pero ni así se han movido los papeles.