Quedó así instaurada en España la Monarquía en la persona del legítimo heredero de la Corona, a quien Francisco Franco eligió y tuteló para ocupar la primera magistratura de la Nación, "a titulo de rey", cuando el faltase.

La designación de don Juan Carlos como sucesor de Franco, el 22 de julio de 1969, se basó en una ley de 1947 impulsada por el almirante Carrero Blanco en la que la Monarquía se entendía como una continuación del espíritu del "18 de julio", día del "Alzamiento Nacional", y se señalaba como posible rey a la persona "de estirpe regia" que poseyendo las "cualidades necesarias" habría de jurar las leyes Fundamentales y lealtad a los "principios que informan el Movimiento Nacional".

Con esta ley se descartaba a don Juan de Borbón, que se había negado a ceder ante Franco, y se abría el camino hacia un salto generacional en la persona de su hijo don Juan Carlos, para quien el régimen creó el titulo de Príncipe de España.

Pero desde los sectores mas ortodoxos del franquismo las cosas no se veían así y cuando la salud del "Generalísimo" comenzó a resentirse pensaron en diferentes formulas para que el régimen pudiera sobrevivir sin su fundador. Querían anular al Rey, que quedase como una figura decorativa, y para ello tenían un lema: "después de Franco, las instituciones".

Incluso llegaron a plantear como sucesor a Alfonso de Borbón, también nieto de Alfonso XIII y marido de una nieta de Franco, persona que, además, estaba más próxima al Movimiento.

Desde la oposición al franquismo los moderados veían en el Príncipe de España a un discípulo del general, mientras que los monárquicos le rechazaban por ser su padre, don Juan de Borbón, el titular de los derechos dinásticos.

En la izquierda, antifranquista y republicana, se decía que el futuro rey no iba a durar mucho e, incluso, se hablaba de Juan Carlos "el breve".

En julio de 1974 empezó a funcionar la Junta Democrática de España, liderada por el Partido Comunista de España, y en junio de 1975 se creó la Plataforma de Convergencia Democrática, encabezada por el Partido Socialista Obrero Español, formaciones que oficialmente propugnaban la ruptura democrática del franquismo y la apertura de un proceso constituyente.

Sin embargo, la izquierda, organizada para poder llevar a la gente a la calle, estaba al tanto de los planes democratizadores del futuro rey y de su intención de legalizar los partidos políticos; don Juan Carlos había mantenido contactos con destacados socialistas, entre ellos Luis Solana, y para llegar al secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, buscó la mediación del dirigente comunista rumano Nicolae Ceaucescu.

En las Fuerzas Armadas el Príncipe, que ostentaba el grado de general, tenia un apoyo incontestable, pues había sido designado por Franco, relación que se intensificó con la visita que realizó el 2 de noviembre al todavía Sahara español cuando ejercía por segunda vez de forma interina la Jefatura del Estado por la enfermedad del general.

En este marco se produjo la jura de don Juan Carlos como Rey tras la muerte del dictador, quien dejó escrito un testamento político en el que pedía apoyo para su sucesor: "Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mi me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido".

Y así, con "el Caudillo" todavía de cuerpo presente, ante la máxima representación de la España franquista, don Juan Carlos juró por Dios y ante los Santos Evangelios "cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional" (Jurad los principios del Movimiento, que más tarde los iremos cambiado legalmente uno tras otro", había dicho a don Juan Carlos su asesor Torcuato Fernández Miranda, según se recoge en la única biografía autorizada del Rey).

El presidente del Consejo de Regencia, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, formuló la proclamación de don Juan Carlos I como Rey de España, tras lo que añadió: "Señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción del recuerdo a Franco, ­Viva el Rey! ­Viva España!.

Ya Rey, don Juan Carlos, leyó un discurso ("Todo dependerá de vuestro primer discurso. Es preciso decir a los españoles que queréis hacer y como lo vais a hacer", le había dicho Fernández Miranda) en el que tuvo un recuerdo "con respeto y gratitud" para "la figura de quien durante tantos años asumió la responsabilidad de conducir la gobernación del Estado", y agregar que ese día comenzaba "una nueva etapa en la Historia de España".

"Nuestro futuro -afirmó- se basará en un efectivo consenso de concordia nacional".

Señaló que el pueblo "pide perfeccionamientos profundos", y que "esta hora dinámica y cambiante exige una capacidad creadora para integrar en objetivos comunes las distintas y deseables opiniones".

"Una sociedad libre y moderna, dijo, requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos y en el control de la riqueza nacional".

"Seguí al pie de la letra el consejo de Torcuato. Y en aquel primer discurso dejé muy claro que quería ser el rey de todos los españoles", afirmó años después don Juan Carlos en su biografía autorizada.

Los procuradores aplaudieron al Rey y después se volvieron hacia la hija del "Caudillo" y gritaron repetidamente el nombre de Franco.

El discurso fue bien recibido por los procuradores franquistas, que consideraron recogía el testamento político del generalísimo, mientras que desde los diversos sectores de la oposición el momento era visto con esperanza por unos y escepticismo por otros.

Como mando supremo de las Fuerzas Armadas, don Juan Carlos envió un mensaje a los tres ejércitos en el que les indica que son la salvaguardia y garantía del cumplimiento de cuanto esta escrito en las leyes fundamentales, para concretar: "debemos mirar al futuro con serena tranquilidad".

El 27 de noviembre, con Franco ya enterrado, altos mandatarios internacionales dan su respaldo a los reyes asistiendo a su entronización, a la vez que ofrecen su apoyo para una evolución hacia la democracia.

En medio de la incertidumbre y la esperanza existente en ese momento y la expectación con que se miraba desde el exterior el proceso español, el 3 de diciembre Torcuato Fernández Miranda juró como presidente del Consejo del Reino y de las Cortes (el Rey le había ofrecido la presidencia del Gobierno o de las Cortes y Fernández Miranda respondió: "puedo seros más útil como presidente de las Cortes", según recoge la biografía autorizada del Rey).

Empezó la preparación del camino a la reforma política, que se inició con la elección por parte del Rey de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976, después de cesar a Arias Navarro, el "bunker" del franquismo.

Precisamente un mes antes, don Juan Carlos dijo ante el Congreso de los Estado Unidos, en una reunión conjunta y solemne de los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes: "la Monarquía hará que, bajo los principios de la democracia, se mantengan en España la paz social y la estabilidad política, a la vez que se asegure el acceso ordenado al poder de las distintas alternativas de gobierno, según los deseos del pueblo libremente expresados".

Los franquistas se irritaron con el discurso del Rey, considerado ya el motor del cambio. Don Juan Carlos, en su biografía autorizada, alabó la sabiduría popular: "los españoles supieron esperar y no se echaron a la calle". La dictadura franquista había pasado a la historia.