La urbe, al sur de Tel Aviv y cuyo nombre en hebreo significa "Los Primeros (que llegan) a Sión", reedita así su carácter de pionera, pues fue el segundo asentamiento judío fundado en 1882 en la Palestina histórica, entonces bajo Imperio Otomano.

Rishon LeZion pretende ahora hacer "autoservicio" en materia de agua para dejar de tener que comprársela a la compañía nacional, Mekorot, y tirar de las sufridas reservas del Mar de Galilea, fuente principal del preciado líquido en Israel, explica a Efe Daniel Low, director general de Meniv Rishon, la compañía municipal de aguas.

La empresa se dispone a cubrir localmente en los próximos años el consumo total de agua potable y de riego de la ciudad, con la construcción de una desalinizadora, la recolección de lluvias y, eventualmente, el tratamiento de aguas residuales.

"El objetivo es que dentro de cuatro o cinco años no tengamos que comprar a Mekorot el treinta por ciento que nos falta para responder a la demanda", que asciende a 22 millones de metros cúbicos de agua, señala Low en su despacho.

La construcción de la planta desaladora se encargará antes de que acabe el año a una de las tres firmas finalistas en la licitación.

"El agua que genere la planta se mezclará con la de nuestros pozos, con alto nivel de nitratos, lo que dará once millones de metros cúbicos de agua de gran calidad", precisa este ingeniero industrial nacido en Montevideo hace 66 años.

La segunda pieza del puzzle es la creación de dos lagos artificiales que almacenen cada año siete millones de metros cúbicos de agua de lluvia para después potabilizarla.

La compañía de Low ya ofrece los siete millones de metros cúbicos anuales que, sumados a los dieciocho de la desalinizadora y los lagos juntos, cuadrarían el "sudoku" de la autosuficiencia de Rishon LeZion, incluso con el previsto ascenso de la demanda para 2012 hasta 25 millones de metros cúbicos anuales.

Meniv Rishon aspira además en un futuro a purificar aguas residuales (también llamadas aguas negras o servidas) para uso agrícola.

"Se trata de hacer rentable la agricultura. Hoy nadie cree que salga a cuenta cultivar, pero sí lo es si se hace una agricultura moderna y con agua barata", afirma Low.

El proyecto, sin embargo, lleva años parado porque implicaría 'dejar en casa' un diez por ciento de las aguas residuales que la cercana planta de Shafdan envía cada año para la labranza al desierto del Neguev.

Y tres años consecutivos de sequía han dejado una situación compleja -poca agua para una demanda creciente-, en la que cada gota se pelea entre administraciones.

Con un sesenta por ciento de territorio desértico, el Estado judío ha sobrevivido a las carencias gracias a los punteros sistemas de gestión de agua que ha creado y a la apropiación de agua que correspondería a palestinos y a países árabes vecinos.

Y aunque Low evita entrar en política, reconoce que con el proyecto "costará menos hablar" de una eventual devolución a Siria de los Altos del Golán, bajo ocupación israelí desde la guerra de los Seis Días de 1967.

La devolución territorial implicaría compartir con ese país árabe vecino los recursos hídricos del Mar de Galilea.

Y Low piensa que para Israel sería menos traumática cuanto menos se dependa de ese lago, como pretende su iniciativa.