En los últimos días, muchas personas de Las Llanuras, el Medio Oeste y el Sureste de Estados Unidos se están enfrentando a un verdadero dilema. En los estados de Kansas, Missouri o Texas ya repuntan las tormentas severas que derivan en tornados catastróficos, mientras el coronavirus se extiende rápidamente por la población. Quienes tienen un refugio seguro en casa no están teniendo problemas pero, cuando saltan las alarmas, gran parte de los vecinos tienen que trasladarse a lugares públicos donde quedan confinados quizás durante horas. Estos búnkers son habitáculos pequeños que forman parte de colegios, tiendas u otros centros comunitarios. Las autoridades y los medios de comunicación locales se enfrentan a una creciente opinión pública que concibe menos riesgo en el hecho de quedarse en casa, frente a la posibilidad de ir a un refugio donde exista la posibilidad de contagio. La decisión es difícil sobre todo entre las personas de avanzada edad y con patologías previas, que ven en el COVID-19 un grave problema para su salud. Las ciudades ubicadas en zonas con alto riesgo de tornados están intentando ampliar los espacios de seguridad o habilitar nuevos para respetar el distanciamiento. Otros consistorios están duplicando salas, reservando una para las personas sin dolencias y otra para las que admiten tener síntomas. Esta iniciativa no está exenta de riesgos, depende de la sinceridad de los refugiados y no contiene a los asintomáticos. La Sociedad Meteorológica Americana (AMS por sus siglas en inglés) está pidiendo encarecidamente a los dirigentes políticos que tomen medidas e informen correctamente a la población. Esta última debe acudir a los refugios, pero optimizando las salidas y tomando precauciones. Por eso, la AMS también recomienda a la gente que se familiarice con la web del servicio meteorológico que emite las alertas.

Los meses de abril, mayo y junio aguardan el mayor número de tornados en Estados Unidos, que en la última década promedia 1.250 torbellinos anuales. Justo después llegará el momento álgido de los huracanes en el Atlántico, igualmente devastadores y además con un radio de acción mucho más amplio. En próximas fechas, las catástrofes meteorológicas tendrán que lidiar con las medidas de aislamiento derivadas del coronavirus. Esto parece lejano, de ultramar, pero hace unos días saltó la noticia de que en España se han reducido en un 40% los casos de infarto porque los afectados no quieren ir al hospital. El prisma por el que vemos los riesgos ha cambiado y debemos ser previsores, tanto en los protocolos como en la construcción del imaginario colectivo.