El canon de belleza femenino es la implantación de un imposible a todas las mujeres, porque es “el conjunto de características que la sociedad considera bellas”. La perfección.

Por definición, inalcanzable, porque parte de la idealización de un estereotipo impuesto en la cultura occidental. Pura neurosis.

“Instagram no es la vida real”, es la máxima y la biografía del perfil de Amparo Angoso (@amparoangoso), que tiene 31.600 seguidores. El problema del canon de belleza está en que resulta inalcanzable. “Nunca es suficiente”. Amparo se comparaba con las mujeres que tienen “el cuerpo ideal” y automáticamente se tocaba el abdomen y lo empujaba hacia dentro.

“Luego pensaba, menuda tontería”. Más tarde, explica, llegaba la verdadera certeza: “Sé que es algo que tengo que trabajar continuamente y no permitir que me haga daño”. Se lo repite a ella misma. La vulnerabilidad y la inseguridad son intrínsecas al ser humano, pero las redes sociales se han convertido en la herramienta idónea del sistema capitalista para amortizarlas como arma de presión hacia las mujeres y en favor del máximo beneficio comercial de las marcas.

Antes se señalaba a la televisión, pero esta máxima de belleza siempre ha existido. Botticelli representaba la belleza de la mujer al temple sobre lienzo. Más tarde, la incipiente burguesía cimenta el capitalismo y la belleza pasa a pertenecer a la clase alta. Los trazos del óleo sobre lienzo permanecen intactos hasta hoy. La unanimidad de los investigadores sociales es pasmosa: “Los criterios de belleza responden más a criterios mercantilistas que a modelos relacionados con la salud y bienestar”.

Instagram representa a la mujer sobre las 5,7 pulgadas de la pantalla de un móvil. La pintura ya no depende de una mano más o menos realista. Ahora, las brochas son los efectos de la propia red social: piel sin poros, pómulos altos, pecas, ojos de gato con pestañas largas, nariz pequeña, labios voluminosos y marcados.

Un filtro es capaz de conseguir un espejismo que responde, en segundos, a los cánones de belleza surgidos en internet. Un rostro “más cercano a la ficción que a la realidad”, apunta la psicoterapeuta familiar Gema García.

La diferencia entre el imposible de ahora con el de ‘El Nacimento de Venus’ está, afirma María José Gámez, doctora en Filosofía y Catedrática de Comunicación Audiovisual en la Universidad Jaume I (UJI), en el impacto y la difusión que tienen ya que “las redes sociales han hecho que nadie esté a salvo de la utopía”. Se convierten, apunta Gámez, en una “enorme pantalla en la que someter a un continuo escrutinio la realidad del cuerpo de cada uno”.

“La vida normal nos parece anormal: no toleramos el error, la arruga, la cicatriz, la estría, el vello corporal, la celulitis. Tampoco aceptamos el color de nuestra piel, ni el tamaño de nuestra nariz o nuestros ojos… siempre hay un filtro que tapa, borra o cambia aquello que no quieres mostrar”. Sin embargo, continúa la psicóloga Gema García, "eso es darle la espalda a la vida, la vida es imperfecta. Y ahí reside su valor, en la excepcionalidad de la individualidad, en la belleza de la diversidad, en la aceptación de lo que no nos gusta como parte de lo que somos”.

Bébete un zumo de apio y conviértete en Bella Hadid”

Claudia Fernández, (@claufernandezm) tiene una imagen de su pasado nítida: mirarse al espejo con sus amigas, comparándose con ellas o con otras chicas, y “tristemente, pronunciar: qué asco estar gorda”. Hace unos meses empezó a “entender toda la bazofia que hay detrás de los pensamientos que nos inculcan desde pequeñas” y se entiende vulnerable pero muestra la ficción de las “cosas que nos hace creer la cultura de la dieta”, a sus 20.900 seguidores, con la frase que encabeza tantas publicaciones: “Bébete un zumo de apio y conviértete en Bella Hadid”.

La fiebre de la comida sana y el deporte a diario es otra de las constantes en la red social. La línea que separa la salud del peligro, señala Gema García, está en “empezar a volcarse de forma obsesiva, no permitirse excepciones, limitar la vida social y tener intensos sentimientos de culpa cuando no se cumplen las normas autoimpuestas” ya que “una alimentación saludable es a lo que debemos aspirar, pero una alimentación saludable debe ser también flexible”, explica la psicoterapeuta.

La ley que prohíbe a las 'influencers' retocar sus fotos, un parche

El daño psicológico y la baja autoestima que pueden provocar las redes sociales en las mujeres no es novedad. Las campañas populares y movimientos en la red no han dejado de sumarse. Hace unas semanas el ministerio noruego de Infancia e Igualdad aprobó una ley que prohíbe a los ‘influencers’ y a los anunciantes publicar imágenes retocadas sin que se avise en la misma publicación a sus seguidores.

Las reacciones positivas no tardaron en llegar. Sin embargo, para la doctora en Filosofía y Catedrática en Comunicación Audiovisual “es una iniciativa positiva pero no es la solución de nada.” Gámez opina que “se debería transversalizar la ‘educomunicación’ en todos los niveles con perspectiva de género”, que forme a ciudadanos con las herramientas necesarias “para interpretar los "filtros" misóginos de cualquier producto audiovisual o iniciativa comunicativa”.

No se puede perder de vista que todos somos víctimas del sistema. No hay lugar fuera de él, podemos “aunque nos victimice, jugar con sus códigos” afirma Maria José. Así, Claudia Fernández en uno de sus últimos vídeos, recuerda la realidad fuera del delirio, afirmando que “cuando mueras la gente te recordará por quién y cómo eras, no por tus lorzas o celulitis”.