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Cualquier lugar es susceptible para convertirse en la escena de un crimen. Y hay veces que, gracias a ese escenario, la muerte violenta puede estar rodeada de paisajes bucólicos que aportan al crimen un contraste destacado. En menos de un año, diez parajes valencianos han servido para enmarcar otras tantas muertes violentas.

Es el caso del último asesinato registrado. El cadáver de Jesús N. M., vecino de Riba-roja, apareció sobre un charco de sangre en una caseta cerca del río Túria, en el área del Parque Natural y rodeado de huertas. Lo encontró el yerno del dueño de esta construcción agrícola y lo hizo horas después de que los bomberos sofocasen el incendio del chalé, situado a menos de dos kilómetros, en el que vivía Jesús. Su coche también fue incendiado pero algo más lejos: en la localidad conquense de Motilla del Palancar. La Guardia Civil sigue investigando los hechos.

Riba-roja también fue el escenario de otro estremecedor hallazgo en 14 de septiembre de 2009, aunque esta vez en vez de en el río fue en el monte, pero también en el área de influencia del Parque del Túria. Allí fueron encontrados, por un vecino de Manises que buscaba caracoles, los restos humanos esqueletizados de una persona víctima al parecer de un asesinato.

El 19 de diciembre de 2009, dos personas encontraron un cadáver envuelto en plásticos mientras buscaban setas junto a un camino forestal en Favara. El hombre había sido asesinado de una brutal paliza y posiblemente torturado, ya que tenía atado en torno al cuello un cable. Ese mismo día, el cadáver de otro hombre fue encontrado en un despeñadero entre el río Sellent y la montaña. Dos hombres fueron arrestados por el crimen.

Del monte pasamos a la huerta, donde el 25 de agosto del pasado año un empleado de una depuradora encontró un todoterreno con matrícula alemana ardiendo en un camino rural, y junto al maletero fue hallado, arrodillado en cuclillas, el cuerpo calcinado de un varón que tenía un tiro en la cabeza.

A principios de ese mes, otro incendio llevó al descubrimiento de otro cadáver. Fue en Benidorm, en el paraje de la Serra Gelada, donde apareció el cuerpo carbonizado de una persona que había sido trasladado hasta allí después de su muerte. Muy parecido este caso al que protagonizó un hombre de nacionalidad marroquí, cuyo cuerpo sin vida fue localizado en el Mas del Conill, de Peñíscola. Se trataba de un vecino de Benicarló cuyo cadáver apareció quemado, esposado y rodeado de billetes. Fueron los bomberos quienes descubrieron el crimen al terminar de sofocar lo que creían que era un incendio de matorrales.

Pronto se descubrió que el crimen de Peñíscola tenía que ver con un ajuste de cuentas por narcotráfico, al igual que el del hombre que el 18 de mayo fue hallado muerto de tres tiros en un merendero de Benifairó de la Valldigna. En este caso, fue un guardia forestal quien descubrió el cuerpo. Días antes, había sido encontrado el cuerpo sin vida de otro hombre, asesinado a golpes en una zona rural de Pego y, a 800 metros de allí, su coche totalmente destruido por las llamas.

El decimo cadáver, crimen y paisaje es el de un joven sin identificar, que fue hallado entre unos almendros de Higueruelas en abril de 2009, aunque se sospecha que se muerte se produjo meses antes.