La abuela de los niños asesinados en Godella supuestamente por su padres en la madrugada del 14 de marzo alertó al juez expresamente sobre el «peligro» que corrían los pequeños -Damiel, de 3 años, e Ixchel, de 5 meses- porque sus padres llevaban «tres semanas sufriendo un estado psicológico alterado y delirante». La mujer fue más lejos en su urgencia cuando denunció ante el juez de Instrucción número 6 de València, que estaba de guardia ese día (los niños fueron asesinados entre 10 y 12 horas después de la interposición de la denuncia) y llegó a decir, literalmente, que «temía por el estado de sus nietos, tanto psicológico como físico».

La mujer también reflejó en la denuncia, y contó de viva voz al juez, que tanto su hija como su yerno, actualmente en prisión por el asesinato de los niños, «se ponen muy violentos ante los uniformes, ya sean de policía o de médico». Y se ofreció al magistrado para acoger a los pequeños y hacerse cargo de ellos tras solicitar que tomase medidas de protección.

Escrito a la comisaría

Sin embargo, el juez no adoptó medidas cautelares directas. Ordenó que la denuncia fuese enviada al decanato de los juzgados de Paterna y a la comisaría de Burjassot-Godella con un escrito adjunto en el que solicitaba que «a prevención se tomen las medidas oportunas en relación con los menores», sin especificar más. De esa decisión se dio traslado a la Fiscalía, pero no a la de Menores, competente en materia de protección de niños en situación de desamparo.

La denuncia de la abuela es un preludio de lo que acabaría ocurriendo con los niños. La mujer recoge en el escrito de denuncia que acudió a la casa en la mañana del lunes tras el mensaje que su hija le envió a través del móvil y que anunciaba su suicidio: «Gracias por todo, Creador, me voy contigo. Adiós, mamá».

Asustada

La abuela, asustada, se dirigió a la casa que ocupaban su hija María y su yerno Gabriel con los pequeños y, de camino, llamó a la Policía Local de Godella para que acudiese también al domicilio «temiendo tanto por su hija como por los menores», remarca en la denuncia. Al llegar, explica que lo primero que vio fue a su nieto de 3 años y medio, Damiel, «desnudo al borde de la piscina completamente solo sin ningún adulto cerca».

En ese momento, prosigue el relato de la abuela, «su yerno Gabriel salió de la casa muy enfadado con ella porque había llamado a la policía». Le dijo «que dejara al niño y que no volviese a la casa ni a tener contacto con los niños», tras lo cual la amenazó con denunciarla «porque había maltratado a sus nietos, a sus hijos, a sus hijos, y abusado sexualmente de ellos y que sabe que sale por las noches a matar niños».

La Policía Local, sin embargo, se fue del domicilio esa mañana y, según el ayuntamiento, no realizó más intervenciones porque únicamente apreció «un conflicto relacional» entre el yerno y la suegra. Aseguran que «tanto los progenitores como los menores se encuentran en buenas condiciones». Faltaban dos días y medio para los asesinatos.

La abuela, la única persona que vio venir lo que podía suceder, también relató en su denuncia ante el juez de València que «temía lo que estaba sucediendo con los menores porque delante de ella le inculcaban al niño que abusan de él en el colegio y que le pegan y que de hecho desde hace tres semanas han dejado de llevar al niño al colegio», sin que haya trascendido si el centro alertó o no de esa prolongada ausencia.

También relata que está preocupada por el estado «mental y psicológico de los denunciados» porque «no se encuentran en tratamiento médico, a pesar de que», afirma la abuela, ella misma «ha intentado poner a su hija en contacto con un psiquiatra a través del médico de salud mental de la dicente».

Actitudes violentas

Y es en ese momento cuando advierte en la denuncia de que ambos se ponen violentos ante uniformes de policía o de médico «porque los consideran enemigos y dicen que todos ellos están en complot contra ellos».

Es exactamente el mismo argumentario que escucharían los agentes de Homicidios de la Guardia Civil de boca de María G. M. y de su compañero, Gabriel C. P., ambos de 27 años, durante la desesperada búsqueda de los niños entre la mañana y la tarde del 14, hasta que fueron hallados sus cuerpos sepultados a las 19.55 horas de ese jueves. Los dos hablan de «sectas» y de «persecuciones».

De hecho, las frases que lanzó Gabriel contra su suegra son un augurio de lo que sucedió dos días y medio después, sobre todo tras la acusación de que «salía a matar niños por la noche». Los pequeños fueron asesinados de madrugada, entre las tres y las seis, y aún no está claro si fue solo la madre o si el padre participó activamente en las muertes.

De hecho, María nunca ha confesado los crímenes porque no los recuerda. O bien porque su estado mental ha borrado los recuerdos, algo habitual en cualquier choque postraumático pero más frecuente aún en casos de brotes psicóticos esquizoides como el que ella sufrió según determinaría después el psiquiatra forenses, o bien porque dice la verdad y ella no los mató, sino que los sepultó tras encontrar los cuerpos sin vida, que es exactamente lo que relató a los investigadores.

A ello se une el perfil psicológico del supuesto coautor de los parricidios, Gabriel, manipulador y con gran ascendencia sobre María, según el informe de los investigadores adjuntado en la causa judicial que lleva el juez de Instrucción 4 de Paterna. María llegó a verbalizar, además, que los miembros de una «secta se llevaban a los niños por la noche y abusaban de ellos», exactamente la misma acusación que vertió Gabriel contra su suegra cuando acudió a la casa alarmada por el mensaje de su hija.

Caso abierto

Así las cosas, los investigadores de la Guardia Civil mantienen el caso abierto porque entre sus prioridades está delimitar el grado de participación de cada uno de los acusados, pero, sobre todo, el de Gabriel. Asi como determinar si fue el inductor del doble parricidio, como apuntan los indicios circunstanciales, o si, además, tuvo una participación activa.

Tampoco está claro qué había sucedido en esas últimas tres semanas para que los delirios y manías persecutorias de ambos y su obsesión por determinadas sectas como los Illuminati se agudizaran hasta el punto de degradar su estado mental de la manera en que parece que se degradaron.