El joven que mató a su tío había amenazado a varios familiares más

José Yücel G. K., de 28 años, esperó agazapado entre los coches la llegada de su víctima

Los parientes lo describen como un joven solitario, callado y que apenas salía de casa

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

José Yücel G. K., el joven de 28 años que en la tarde de este martes mató a cuchilladas y hachazos a su tío, de 64 años, en València tenía atemorizados a la mitad de sus parientes. El joven, que permanece en los calabozos del complejo policial de Zapadores y aún no ha prestado declaración ante el grupo de Homicidios de la Policía Nacional, había amenazado de muerte a varios familiares, aunque no ha trascendido si en todos los casos había un asunto económico o no detrás.

Varias de esas personas acudieron a lo largo de ayer a prestar declaración ante los investigadores. Y uno a uno lo describen como un joven huraño, solitario y que apenas salía de su casa.

En cuanto al ataque mortal a su tío Javier Gómez, el presunto asesino se escondió entre los coches y esperó su llegada para atacarlo, tal como informó ayer Levante-EMV, a traición y de forma sorpresiva, de manera que su víctima no pudiese defenderse ni evitar la agresión.

Sabía a qué hora iba el tío

Según la información a la que ha tenido acceso este diario, el presunto asesino sabía perfectamente que su tío tenía cita a las cinco de la tarde con el abogado, en el despacho de este, en el número 17 de la calle Albacete, para firmar la donación de una propiedad inmobiliaria que pertenecía a la madre del presunto asesino y que iba a recibir Javier tras un acuerdo con su hermana.

José Yücel no estaba conforme con esa transacción, porque consideraba que le correspondía a él por herencia la propiedad inmobiliaria y no a su tío ni a su primo.

Armado con un cuchillo de monte, de los que suelen usarse en la caza, y un hacha, y con el rostro cubierto con una gorra y unas gafas de sol, se agazapó entre dos coches aparcados frente al portal del despacho de abogados y esperó pacientemente la llegada de su tío. Así lo han confirmado a la Policía Nacional varios testigos que repararon en la presencia del joven al causarles extrañeza su actitud.

Un ataque brutal y a traición

Cuando lo tuvo de espaldas, llamando al timbre del letrado, salió de su escondrijo y, a dos manos, le atacó. Con el cuchillo le causó cuatro heridas profundas en un costado, una quinta que le seccionó la carótida y otra más en el pecho. Allí se quedó el arma clavada. Con el hacha, le golpeó varias veces en la cabeza, provocándole al menos dos bechas mortales de necesidad. La autopsia practicada este miércoles en el Instituto de Medicina Legal (IML) de València ha confirmado esas heridas mortales y las numerosas lesiones de defensa que la víctima tenía en las manos y en los brazos, sufridas cuando intentó evitar que siguiera atacándolo.

El abogado fue testigo mudo del brutal ataque a través de la cámara del videoportero. Reconoció sin dudarlo a Javier y a su sobrino, porque solo dos días antes ya habían estado en su despacho, junto con la madre del joven, para cerrar los términos de la donación. El letrado no pudo evitar la acción, solo bajar corriendo a la calle en un intento por frenar al sobrino. No llegó a tiempo.

Impasible y callado

El presunto agresor huyó del lugar, pero fue perseguido por varios ciudadanos y atrapado por el policía local de barrio que atendía la salida del alumnado del cercano colegio Santo Tomás de Villanueva-Agustinos. Ni habló. Lo metió en el asiento trasero del primer coche patrulla que llegó, y allí se quedó, impasible, relajado y tranquilo, hasta que fue conducido a la Jefatura Superior de Policía de València.

Mientras, su tío moría sobre la acera, ante la mirada horrorizada del letrado, que pedía desesperadamente que alguien llamase a una ambulancia (se había dejado el móvil arriba en su precipitada bajada para ayudar a la víctima), y del resto de los numerosos viandantes, muchos de ellos escolares que acababan de salir del colegio, que transitaban en ese momento la zona, en el habitual ir y venir cotidiano que se produce en el barrio a las cinco de la tarde de un día laborable y lectivo cualquiera. Cuando llegó el equipo médico del SAMU, ya no pudo hacer nada. Solo certificar que había muerto. Dos horas después, el juez de guardia, titular del Juzgado de Instrucción número 18 de València ordenaba el levantamiento del cuerpo.

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