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Un siglo de cemento en Buñol

La cementera de Buñol sopla las velas. Se cumplen 100 años de su puesta en marcha, y 25 desde que el grupo mexicano Cemex firmara la histórica compra a Valenciana de Cementos. El presidente de Cemex analiza para EMV la encrucijada del sector: caída de exportaciones, nuevos competidores, coste energético y una nueva tasa. Buñol en una tormenta perfecta.

Pedro Palomino,presidente de Cemex España, en la planta de Buñol. Germán Caballero

Pocas empresas de la Comunitat Valenciana cuentan con una partida de nacimiento que supere el centenario. En Buñol, un par de comerciantes pusieron en marcha en 1917 un experimento que se convertiría en icono de la industrialización valenciana. Han pasado cien años. La histórica Valenciana de Cementos es hoy una pata de un gigante global: el grupo mexicano Cemex. Con problemas globales. Y otros también locales. Al contrario que su cemento, el futuro es más gris que blanco. Pero son optimistas: «Estamos cambiando el modelo: de ahí la apuesta por otros materiales. Somos optimistas. Lo hemos hecho siempre y lo vamos a volver a hacer. A partir de ahora iremos un poco mejor», resume el presidente de Cemex España, Pedro Palomino.

La de la cementera de Buñol es la historia de un hito en la comarca. De cómo los empresarios Rafael Ridaura y su yerno, José Serratosa, se lanzaron a invertir en la industria, un movimiento inusual en la burguesía comercial valenciana. De aquella apuesta surgida en torno a una cantera de cal en Buñol nació Compañía Valenciana de Cementos Portland. Sus hornos alimentaron el crecimiento urbanístico de València; la sed de cemento de la España de posguerra; emblemas universales como la Ciudad de las Ciencias... Hitos urbanísticos y también corporativos. Valenciana de Cementos protagonizó hace 25 años la mayor operación en España hasta la fecha: una venta por 125.000 millones de pesetas, que sirvió, entre otras cosas, para que la familia Serratosa pusiera en marcha Nefinsa, un motor de inversiones que impulsó, entre otras cosas, la aerolínea Air Nostrum. Con aquel cemento se alimentaron los aviones que pasean la «marca València» por España.

Todas estas derivadas forman parte de una historia que acaba de soplar cien velas. Pero el futuro de la cementera de Buñol no es boyante. El centenario se ha celebrado con discreción. Un pequeño homenaje días antes de Navidad a la historia de la planta, con la restauración de un camión cisterna y un acto íntimo con los veteranos de la casa y algún exdirector de la planta. «Estamos inmersos en un proceso de crisis del sector de la construcción en general, que no solo ha sido profunda sino muy larga, y la planta es parte de ella», reconoce Pedro Palomino, recientemente nombrado presidente de Cemex en España. En su primera entrevista concedida tras el nombramiento en septiembre, Palomino radiografía para El Mercantil Valenciano una planta inmersa en una especie de tormenta perfecta. «Tenemos una capacidad instalada que solo operamos al 50%. De épocas donde funcionaban los tres hornos, ahora solo el de cemento blanco y gris pero de una manera más reducida», explica.

Como telón de fondo, el hundimiento de la obra pública y de la edificación (de 800.000 licencias de pisos al año durante el ´boom´ a 75.000 en este 2017 de ´recuperación´ del ladrillo). El problema para Buñol es que «la tabla de salvación» de la exportación, una alternativa ante el parón del mercado local, también ha quedado bloqueada. La caída del dólar está impactando sobre su cuenta de resultados. Si en 2016 Cemex España exportó 2,1 millones de toneladas, para 2018 esa cifra estará por debajo del millón. A la devaluación del dólar se une la pérdida de competitividad de los productos españoles por el incremento de los costes energéticos, que dejan a plantas como Buñol en inferioridad de condiciones respecto a países como Turquía, Egipto o Croacia.

Hace un año, el presidente de la patronal de las cementeras advertía del posible cierre de plantas por el precio de la luz. «El coste energético es el más importante. Entre electricidad y combustible es el 50%. El impacto es terrible. [...] El precio eléctrico nos está matando a la industria en general», opina Palomino.

Pese a los nubarrones, la cementera de Buñol (Cemex) cuenta con una trayectoria brillante. Su crecimiento durante las últimas décadas fue dejando la casa pequeña. En 1967, la empresa abandona su primera fábrica y se traslada al otro lado de la carretera, duplicando su capacidad a 900.000 toneladas anuales. Los 70 fueron años de incrementos exponenciales. Con la paralización del mercado interno, Buñol saca partido a su ventaja competitiva frente a los países europeos. En 1981, la planta alcanza una cifra récord en exportación: el 60% de su cemento viaja a EE UU, América del Sur, Oriente Medio, África y otros países del Caribe.

El mayor horno de cemento blanco

La cementera de Buñol, además, es sinónimo de cemento blanco, que ha producido a lo largo de toda su trayectoria. En 2007, la firma invierte 50,5 millones para instalar el horno de cemento blanco más grande del mundo. Con él, la fábrica alcanzó una capacidad de 680.000 toneladas de clinker blanco. Además, puede fabricar un máximo de 858.000 toneladas de cemento gris.

«Esta empresa siempre ha sido un modelo. Muy puntera en una economía que a lo mejor no era tan avanzada como lo es hoy», reflexiona Palomino. Curiosamente, el actual presidente pertenecía al equipo externo que auditó la compra que Cemex hizo de Valenciana de Cementos en 1992. Lleva casi 25 años en la empresa, siempre en Finanzas. Pasó por Canarias, Dubai y Filipinas, hasta su reciente regreso. Afronta un momento de inflexión para la empresa. «El cemento no es un sector que cree demanda. Podemos tener capacidad pero la llevamos al ritmo que el país y la economía piden. Vamos a rebufo. En España llegaron a venderse 56 millones de toneladas; hoy 12», resume.

Cuatro millones de inversión

Con estas magnitudes, el sector del cemento se enfrenta a una «reestructuración» que puede llevar a cerrar fábricas. Pero sus responsables son optimistas. Durante este último año, a Buñol han llegado inversiones por cuatro millones para reconvertir parte de la producción de cemento gris a cemento blanco. «Es un producto que está muy demandado». En Buñol, con sus 140 empleados, se ve actividad. Un grúa cerca de la torre de ciclones es la señal de la reciente colocación de una nueva chimenea.

Pero hace falta más. «Estamos cambiando el modelo: de ahí la apuesta por otros materiales. Vamos a poner énfasis en otros negocios relacionados con materiales de construcción aparte del cemento. Hormigón, mortero, áridos... Estos negocios están llamando nuestra atención y ahí seguramente hagamos algún movimiento. Hemos perdido alguna posición y vamos a intentar recuperar terreno», adelanta Palomino.

¿Y cómo se afronta el futuro inmerso en toda esta tormenta perfecta? «Somos optimistas. Lo hemos hecho siempre y lo vamos a volver a hacer. A partir de ahora iremos un poco mejor», resume el presidente de Cemex España. «Tenemos ánimo y las mejores intenciones. La idea es continuar otros 25 años».

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