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Mercadona, ¿más neoyorquina?

Mercadona, ¿más neoyorquina?

Les voy a contar un secreto. Hago casi toda la compra en Mercadona, no por fe ni fidelidad a la empresa, sino por pura comodidad. Me abastezco en el super de la puerta de al lado, literalmente, ya que Mercadona tiene una tienda en el bajo contiguo a mi edificio. Podría ir hasta en zapatillas de estar por casa.

Para las cosas que no me gustan, que las hay (sobre todo en frutas y verduras), o para las que no encuentro, recurro a otras enseñas, a pequeños comercios, mercados municipales y, en menor medida, a Internet. No peco de presunción si digo que soy una buena conocedora de las tiendas Mercadona, tanto las de nueva generación como las de mayor antigüedad.

El presidente y máximo accionista de la cadena, Juan Roig, pone nota a sus tiendas y les da un 8. ¿Por qué esa calificación? Porque «aún no hemos llegado al diez», señalaba Roig el martes en la presentación de resultados de 2017, ejercicio que cerró con unas ganancias de 322 millones (un 49 % menos, después de haber realizado inversiones récord por 1.008 millones).

En efecto, coincido con Roig en que las tiendas de Mercadona necesitan mejorar, sobre todo la calidad de los frescos, que, a pesar de los cambios realizados en los últimos años, tiene mucho camino por recorrer. Pero no sólo eso. Quiero y pido más, como reconocía Roig. «Nos están pidiendo tener comida recién hecha en las tiendas, e incluso una zona para poder comer en ellas. También que tengamos bebidas frías, que no tenemos, y wifi, algo que estamos debatiendo».

Roig no dice nada que no quiera decir o que no haya pensando antes, así que pueden tener claro que las nuevas tiendas de la cadena irán en esa dirección, que yo llamo la neoyorquización de Mercadona.

Cuando durante cuatro años viví en Estados Unidos, mis supermercados de referencia eran los de Whole Foods, sobre todo el que tenía más cerca de casa, situado en Columbus Circle, junto a Central Park. A pesar de ser uno de los establecimientos más caros de Nueva York, su marca blanca, 365 (en referencia a los 365 días del año), es asequible y te permite salir de la tienda sin arruinarte.

Además tiene comida recién hecha para comer allí (las menos veces en mi caso) o para llevar (mi opción favorita), dispuesta en islas de comida para autoservicio o en mostradores atendidos por cocineros. Que tenga wifi, que la tiene, es lo de menos, aunque cuando voy ahora de visita, desde España, me permite conectarme un segundo y chequear el correo o WhatsApp. Lo que me gusta, además del surtido, es el ambiente de Whole Foods (empresa comprada el verano pasado por Amazon) y la cercanía con el cliente, que, si quiere, puede saber hasta el nombre del responsable de su tienda ( Shondell Gordon es el de Columbus).

Ojalá sea verdad y Mercadona pueda convertirse en una cadena un poco más neoyorquina. De esa forma me fidelizaría mucho más, aunque no abra los domingos, como sí hace Whole foods.

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