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Virgencita, que me quede como estoy

Virgencita, que me quede como estoy

Esta es la máxima que tienen en mente muchos de los que defienden el modelo de nuestra ansiada «terreta» de huerta y paella. Y sí, esta idea nos traslada a una situación de calidad de vida, buen clima y buena comida. Sin embargo, el resto del mundo avanza y no se queda quieto, por lo que el «virgencita, que me quede como estoy», pasa a no ser una opción, si no apuestas por el progreso y lo facilitas otros lo harán y se llevarán los trabajos del futuro, quedándonos aquí solo con el desempleo y el modelo de camareros de Europa (hasta que nos sustituyan por robots). La clave, lo realmente complicado, es apostar por el progreso. Incluso liderar ese progreso, al tiempo que mantener los valores del estado de bienestar y la calidad de vida mediterránea.

Competimos con otros países y civilizaciones donde, digamos, que se tiene menos cuidado con la protección social y ambiental. Eso es un hecho. Por ello, en precio de nuestros servicios y productos no podemos competir, al menos hasta que esas economías se desarrollen y alcancen valores similares a los nuestros. Tampoco es una opción, como se ha visto a lo largo de la historia, imponer medidas proteccionistas que llevan hacia un aislamiento autárquico.

En conclusión, solo queda la vía del progreso, sostenible, pero progreso. De ahí que a veces no se entiendan los reparos simplistas, a veces extremistas, a infraestructuras esenciales como el corredor mediterráneo o el acceso norte al puerto de València.

Volvemos a lo anterior, hay que ser cuidadoso y tratar de incorporar estas infraestructuras de manera lo más sostenible y con menor impacto posible, pero no se puede o no se debe oponer por sistema y retrasar su desarrollo mientras el resto del mundo con el que competimos económicamente avanza y nos supera en competitividad, permitiendo que los empleos de alto valor añadido, los empleos del futuro, los que van a desarrollar los humanos se vayan lejos de aquí.

Al final, los detalles que generan empleo y atraen las inversiones tienen siempre que ver con las infraestructuras, la base de conocimiento y el acceso a talento. Esta semana hemos visto como la plataforma de desarrollo del Hyperloop se peleaba porque estuviese en España, aprovechando unas vías abandonadas de AVE que, por tanto, ya estaban expropiadas y tenían radios de giro adecuados. También hemos visto como durante décadas, Irlanda ha liderado el software en Europa, gracias a la gran comunicación aérea y a que comparte idioma con el primer productor de sistemas informáticos del mundo, Estados Unidos. Luego llegó el turno a Israel, que es una referencia mundial.

Está claro que la infraestructura y la comunicación es esencial. No es una opción escatimar en recursos porque lastra la competitividad. A partir de ahí, hemos de encontrar nuestro modelo competitivo para poder compaginar y liderar el progreso, al tiempo que mantener nuestros valores mediterráneos.

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