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Regina Monsalve

La ingeniera que sobrevivió a un tractor

La decana del Colegio de Técnicos Agrónomos sufrió un grave accidente hace dos décadas siendo inspectora de campo y luego se reconvirtió como empresaria del sector

Regina Monsalve, el pasado miércoles, en València. Miguel Ángel Montesinos

La vocación profesional lo supera casi todo, incluso ser arrollado por un tractor. En el campo, suele ser mortal. Por el peso. ¿Y en la carretera? Pues casi. A Regina Monsalve la embistió una de esas rocosas máquinas cuando iba de copiloto en un coche y le destrozó el lado derecho de su cuerpo, desde las costillas a la cadera y la rodilla. Una carnicería. Estaba embarazada de cuatro meses. Pese a todo, un año más tarde consiguió el alta hospitalaria y en casa le esperaba su primer hijo. Entonces, trabajaba como inspectora de campo de las Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas (OPFH). No se arredró por el accidente. Volvió y lo hizo con más fuerza y más proyectos.

Monsalve nació un muy republicano 14 de abril, pero de 1968, en la ciudad de València. Sin embargo, transcurrió una década, hasta que nació su hermano menor, antes de que regresara a la tutela de sus progenitores, dedicados a la gestión de laboratorios fotográficos de Kodak. Para entonces, el gen de la ingeniería ya se había apoderado de ella. Hasta ese momento, había vivido con sus abuelos maternos, ambos ingenieros industriales de la rama eléctrica, en Dénia , aunque la madre de su madre nunca ejerció, tal vez porque se formó al principio de la dictadura. Esta mujer tuvo una hermana pionera, la tercera que se licenció en Medicina en València, después impulsora del banco de sangre en España.

La nieta, intrigada por una profesión que «utiliza el ingenio para solucionar los problemas de los demás», como la definían sus abuelos, también propietarios de campos de naranjas, se decantó por la ingeniería agrónoma, que estudió en la Politécnica de València. A los 21 años, ya con el título en la cartera pero «con dificultades para encontrar trabajo por ser mujer», se apunta a un master de Economía Agraria y hace un curso de gerencia de cooperativas. Tras algunos empleos temporales en Madrid, Monsalve aprueba una oposición en Toledo para trabajar como gestora de cooperativas en el Gobierno de Castilla-La Mancha. No obstante, acaba por rechazar la plaza cuando le llega una oferta desde València como inspectora para las OPFH en 1993. Allí estuvo cinco años, hasta el accidente con el tractor. Recuperada del mismo, es nombrada directora del Comité de Agricultura Ecológica de la Generalitat.

Cereales y almendros

Dura un año y medio y entonces da un giro radical a su trayectoria. Se hace cargo de una inmensa finca en Ayora. «Del tamaño de Formentera», asegura, antes de añadir que «conocía al propietario; la parcela estaba muerta y nos hicimos socios. Yo custodio desde entonces el terreno con la condición de que sea para mejorarlo constantemente». Se convertirá en una zona de constante innovación. Es en esa finca, donde predominan los cereales de secano y los almendros, en la que Monsalve desarrolla un proyecto para recuperar la oveja guirra, una especie autóctona, crea un coto de caza y rehabilita la masía para reconvertirla en un hotel rural. No se quedó ahí. Junto a otros tres socios constituye una especie de cooperativa dedicada a comercializar el cordero extensivo, el criado y pastoreado en el campo. Cada temporada, los animales son desplazados a la finca de cada uno de los socios más apropiada. «Compartimos las ventas y la marca El Pastoret», afirma esta madre de cuatro hijos cuyo marido es funcionario y que preside el Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas desde hace tres años.

Los trabajos de Monsalve, sin embargo, no se circunscriben en exclusiva a ese terreno. Hace un tiempo, le ofrecieron administrar una empresa como gerente. Se trata del Centro Especial de Empleo Mongarma, dedicado a encontrar trabajo para personas discapacitadas. Ella lo ha llevado a su terreno, es decir se ha implicado en la recuperación de tierras abandonadas, en diversificar cultivos que no son cítricos, en hacer agricultura ecológica y enseñar a esas personas el oficio. Los resultados están siendo satisfactorios: «Ahora tenemos más de 20 fincas arrendadas con un total de 52 hectáreas y 40 discapacitados ya trabajan en los campos», explica. Su siguiente proyecto es la producción de pan ecológico. Pero habrá más, porque esta emprendedora del mundo agrario quiere poner en marcha un obrador de catering escolar ecológico para colegios valencianos hecho por discapacitados. Si le preguntas por sus hobbies, responde que el trabajo y aprender son sus mayores distracciones. No va al cine. Sí le gusta la lectura: novelas románticas e históricas. Sus hijos, según relato de madre, le han salido emprendedores. El mayor, víctima indirecta de aquel tractor, ha creado una empresa en Comillas (Cantabria). Con solo 20 años.

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