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De bollos con algas al turista pesquero

La economía se tiñe de azul

La economía azul será una de las estrellas de los próximos programas de financiación de la ue. pesca, energía, naval, biotecnología o turismo marino: 518 km de costa y mucho camino por recorrer

La economía se tiñe de azul

La economía del siglo XXI está cambiando las viejas etiquetas por una nueva paleta de colores y sensibilidades. Desde la economía del bien común a la economía feminista; de la economía verde a la economía azul. Bruselas ha convertido este último concepto en uno de los ejes prioritarios de financiación dentro de los próximos programas europeos. La economía azul abraza todas aquellas actividades que tienen lugar en el entorno marino o que utilizan los recursos del mar como recurso para la producción de bienes o servicios. Según un estudio de la Comisión Europea, estas actividades generan 5,4 millones de puestos de trabajo, y un valor añadido bruto cercano a los 500.000 millones de euros al año.

«Pensamos que estamos desaprovechando nuestra gran cantidad de kilómetros de costa, los recursos marinos que utilizamos son escasos», lamenta el director general de Modelo Económico, Juan Ángel Poyatos. La Generalitat está tratando de abrir camino dentro de esta nueva vía de crecimiento que ha señalado Bruselas. La Dirección General de Modelo Económico se ha convertido en una especie de think tank que traza las líneas maestras por donde quiere que transcurra el nuevo modelo productivo valenciano. Y dentro de esa visión macro, la economía azul es una de las áreas en las que más profundamente se está reflexionando. El próximo 6 de noviembre la Conselleria de Hacienda celebrará una jornada donde expondrá una radiografía del sector, y detallará los obstáculos y las oportunidades de estas actividades para orientarlas hacia una forma de economía más innovadora y sostenible. Todo ello en un contexto de mayor concienciación sobre la fragilidad de los ecosistemas marinos y de avances tecnológicos que permiten ampliar los usos del mar.

La economía azul engloba bastantes más sectores que la pesca, la acuicultura o la desalación. Las energías obtenidas del mar (eólica u oceánica), la minería marina o la construcción naval -como la pujante industria de embarcaciones recreativas- también formarían parte. Según un estudio encargado por la Generalitat, estas actividades emplean a 276.723 personas en la C. Valenciana, aunque la industria turística acapara el 98% de esos trabajos. El turismo costero y marítimo, obviamente, tiene el mayor margen de crecimiento dado el extraordinario desarrollo de esa industria, pero está pendiente de explotar desde el punto de vista medioambiental.

Un turismo de cruceros de mayor gasto por visitante, una mayor imbricación del turismo náutico con las ciudades costeras o la profesionalización del turismo pesquero son algunos de los retos pendientes. En una tierra consagrada al sol y playa, la paradoja es que el turismo marítimo ocupa un papel subalterno. «La gran barrera de coral de Australia genera turismo submarino. La idea es potenciar esta vertiente, un turismo más medioambiental, asociado a escuelas de buceo. Puede ser interesante y no lo estamos haciendo», apunta Poyatos.

La C. Valenciana, con todo, comienza a vislumbrar algunas experiencias encaminadas a explotar el recurso marino. Junto con la pesca, por ejemplo, una actividad económica con una larga tradición en la C. Valenciana -con 22 cofradías de pescadores y más de 1.600 empleados- pero que se encuentra en peligro por su retroceso. El alicantino Paco Gracia, heredero de varias generaciones de pescadores, regente desde hace unos años la empresa Trip&Feel. Básicamente, esta empresa ofrece a los turistas salir a faenar con los pescadores, que les instruyen en las artes de pesca, las especies autóctonas y acompañan en visitas guidas a puertos y lonjas. La empresa opera en Peñíscola y Cagliari (Italia), y tiene proyectos para adaptar embarcaciones en Xàbia y València: «Empezamos por la necesidad de renovar un sector que cae en picado poco a poco: está desapareciendo la pesca artesanal. A través de la venta de experiencias damos una nueva oportunidad al sector», explica el empresario. «Se intenta solucionar un problema real en el sector primario a través de la diversificación», añade.

Fuera del ámbito turístico, la biotecnología marina es otro de los sectores de mayor potencialidad. Se centra en el estudio de los organismos acuáticos para obtener nuevos bienes o servicios aplicables a otros procesos industriales. Empresas farmacéuticas y energéticas de todo el mundo están utilizando algas, bacterias o caracoles marinos para producir medicamentos contra el dolor, cosméticos, adelgazantes, biocombustibles o piensos para acuicultura.

En el caso de la Comunitat Valenciana, una de las experiencias que mejor explica el potencial de esta actividad es la apuesta de la empresa alimentaria Dulcesol. La compañía de Gandia, un gigante de la bollería y los panes industriales, ha lanzado una gama innovadora con productos enriquecidos con la microalga Chlorella, apreciada por su poder regenerador, fibra y bajo contenido en grasas y azúcares. El grupo de la Safor cuenta con una planta de producción de este organismo unicelular en una de sus fábricas. La de Dulcesol no es una experiencia aislada. El centro tecnológico Ainia lleva una década posicionado como puntero en la investigación en microalgas para diferentes compañías con aplicaciones para la industria alimentaria.

«Los fondos de inversión buscan proyectos asociados al sector agroalimentario y biotecnología. Hay un caldo de cultivo, un tejido investigador. Tenemos el conocimiento, inversores, los recursos... Va a ser otra de las líneas a explotar», celebra el director general de Modelo Económico.

Yacimientos de empleo

Otros sectores lo tienen peor. En el ámbito de la energía, por ejemplo, la eólica marina se enfrenta a trabas administrativas además del rechazo social que generan este tipo de instalaciones por su impacto sobre la actividad turística, las aves y los caladeros de pesca. Y eso que la C. Valenciana tiene el fondo marino apto para estas instalaciones, ya que su plataforma continental es de poca pendiente, alcanzado profundidades de 40 metros a más de dos kilómetros de la costa, con lo que el impacto visual sería mínimo. Los litorales de Castelló y València son aptos para estas instalaciones.

La economía azul, en definitiva, se ofrece como un contenedor repleto de recursos con mucho margen de crecimiento pero todavía por exprimir. «No hay centros de formación especializada en el ámbito de empleos del mar, que son de difícil cobertura. Hay una demanda y no tenemos personas formadas. Lo estamos hablando con la Conselleria de Economía. La economía azul tiene potencial en la C. Valenciana, por recursos marinos y la posibilidad de acceso a la financiación europea», concluye.

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