Tener que elegir un libro de entre todos los que uno ha leído, digámoslo claro, es una faena, porque tomar partido (si uno es aficionado) produce cierto desgarro -Proust, Borges, Faulkner, oh, Dios, qué digo- y, sobre todo, porque es una forma de desnudar el alma, tanto si está hueca como semivacía, medio llena o rebosante, lo cual, en este último caso, no siempre es bueno, en especial si lo que desvela es simple engreimiento.
Durante el último año, El Mercantil Valenciano ha preguntado a tres decenas de hombres y mujeres de la economía cuáles eran sus lecturas favoritas. No busquen muchos premios Nobel -solo están Hemingway, García Márquez y Hesse- ni excesivos nombres canónicos de la historia de la literatura más allá de Woolf y Galdós. Aún así, Ítalo Calvino, Antonio Muñoz Molina, Antonio Tabucchi o Vicente Blasco Ibáñez figuran en la nómina de citados. También, claro, Ken Follett, Noah Gordon, Ildefonso Falcones o Mika Waltari, todos ellos reyes del best sellers. Dada la procedencia de los encuestados, menudean los tratados económicos -incluso el legendario Adam Smith- y algunos libros especializados sobre networking o de autoayuda.