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El rey de las ostras, en peligro

El rey de las ostras, en peligro

fish es uno de mis imprescindibles de Nueva York, una marisquería de batalla, pero con comida mucho más que decente en la calle Bleecker, en el barrio West Village. Por un precio muy razonable, sobre todo para los estándares de Manhattan, se puede tomar una cerveza o una copa de vino y ostras, muchas ostras. Este molusco es, junto con las vieiras, uno de los pocos que tiene casi tanto sabor en Estados Unidos como en España y a precios lejos de ser estratosféricos. Créanme que sé de lo que hablo, como presidenta del club de fans de las ostras. Por algo más de diez dólares comes media docena de ostras Blue Point (variedad de la costa oeste) y una bebida que sabe mucho mejor si es en compañía de tu gente neoyorquina.

La próxima vez que viaje a Nueva York seguro que puedo ir a Fish a por una docena de Blue Point. Cuánto tiempo más podré hacerlo no está tan claro, sobre todo después de que esta semana se haya hecho público que el futuro de las ostras está en jaque por el incremento de los niveles de acidez del agua de los mares y los océanos. La profesora de Ciencias Planetarias de la Universidad de Davis (California, Estados Unidos) Tessa Michelle Hill y el cofundador y vicepresidente de la histórica empresa de ostras Hog Island Oyster Co, Terry Sawyer, son los culpables de mi ansiedad.

Hill y Sawyer aseguran que las ostras tienen un ciclo de producción de alrededor de un año y medio y que ellas emplean calcio y carbonato para hacer sus conchas. Con el cambio climático, el exceso de dióxido de carbono y la mayor acidez del agua, el caparazón cuesta más de construir, por lo que las ostras mueren antes de poder construir sus conchas. Ambos calculan que en los últimos tiempos ha habido casos en los que se ha producido una mortalidad del cien por cien de la cosecha. Las ostras más afortunadas, las que sobreviven y crecen en aguas con altos niveles de acidez, desarrollan una concha más pequeña y frágil que se rompe con mayor facilidad, como cuenta un magnífico texto de Efeverde, la plataforma de periodismo ambiental de la agencia Efe.

Reconforta la honradez de Sawyer, aunque a la vez sea inquietante. El empresario reconoce que la problemática de las ostras es tal que él mismo duda de la viabilidad de futuro de la industria y busca reconvertirse a otra actividad.

Quiero creer que Sawyer es demasiado pesimista y que la muerte de mi molusco del alma es evitable. O al menos, que todavía está muy lejos de ser una realidad. Pero incluso así, merece la pena reflexionar sobre el cambio climático, un fenómeno innegable que conviene combatir y del que nadie puede estar a salvo, ni las ostras de mi Fish ni la presidenta de su club de fans, una servidora.

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