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Turismo: vacunados contra el frenazo

La Comunitat Valenciana resiste a las grandes incertidumbres que atenazan al sector: Brexit, retroceso del mercado alemán, pérdida de identidad de las capitales o recuperación de los competidores

Turismo: vacunados contra el frenazo G. Caballero

El largo verano turístico español está tocando a su fin. La lista de vientos de cola que han propulsado a este sector económico responsable del 14,6% del PIB de la C. Valenciana comienza a flojear. El brexit ha llevado la incertidumbre al comportamiento de gasto del público británico, vital para el sol y playa ibérico. La desaceleración económica ha llegado a potencias emisoras de grandes flujos hacia estas costas y grandes capitales, como Italia y Alemania. En paralelo a esto, se recuperan los mercados competidores para las playas españolas, como Turquía, Egipto o Túnez. La industria aeronáutica mira con recelo a un 2019 en que la apreciación del dólar con respecto al euro y la subida del precio del combustible van a comerse los beneficios de aerolíneas regionales y low cost y amenaza con tumbar más compañías, como ya ocurrió en 2017 y 2018 alternando la programación estival en aeropuertos costeros.

Muchas cosas están en el aire. Hace unos días, el consejero delegado de Meliá Hoteles, Gabriel Escarrer, ponía voz a estos temores: «Se está viviendo un cambio de coyuntura y de escenario internacional que va a afectar directamente al turismo español». El también presidente de la patronal Exceltur cifraba en un 1,7% la previsión de crecimiento del PIB sectorial para 2019, una importante caída frente los aumentos de hasta el 4% y 5% de años anteriores. Una desaceleración en toda regla. Además, citaba un problema emergente. Ciertos barrios antiguos de grandes ciudades como Barcelona se enfrentan a una «pérdida de identidad» por su orientación exclusiva hacia esta actividad económica. La turistificación como amenaza, capaz de convertir los grandes centros en parques temáticos: sin vecinos que les den alma, abarrotados de visitantes, con las viviendas convertidas en 'hoteles', con el comercio local en retroceso y las franquicias ganando terreno y configurando un paisaje similar en cada ciudad. Es la paradoja de las ciudades Airbnb: la aparición de un mercado de viajeros que busca vivir experiencias 'auténticas' lejos de hoteles e inmersos en un ecosistema de habitantes locales, acaba expulsando precisamente todo aquello que da autenticidad a un barrio.

Y frente a todas las amenazas posibles, en la C. Valenciana sigue saliendo el sol. Núria Montes, secretaria general de Hosbec, no quiere oír la palabra desaceleración. «Donde Exceltur habla de cambio de ciclo nosotros leemos que los vientos de cola han dejado de soplar y ahora cuesta más comercializar. Pero 2019 va a ser un año parecido a 2018 en términos generales, quizá con un pequeño decrecimiento. Cae la ocupación pero mejora la rentabilidad», vaticina la responsable de la patronal hotelera de la Comunitat Valenciana.

La Costa Blanca, con todo, se enfrenta este año a una doble incertidumbre que amenaza a su mercado fundamental: el británico. Con la reactivación de los destinos competidores como Turquía, Egipto o Túnez, superados sus problemas geopolíticos, estos países podrían recuperar el turismo prestado que, durante años, ha inflado las cifras de destinos costeros españoles. Aquellos países, gracias a un mix de plantas hoteleras nuevas, precios competitivos y ayudas públicas de sus gobiernos (prohibidas en la UE) están disparando hasta un 70% su volumen de reservas y absorbiendo todo el mercado perdido desde la primavera árabe de 2011. A esto se suman las dudas que provocan el brexit en Reino Unido, con lo que supone en cuanto a contención del gasto. Las reservas de paquetes turísticos desde Reino Unido para verano, de hecho, se han congelado. Están un 6% por debajo de lo del pasado año a estas alturas. Se espera que sea una campaña de reservas de último minuto, conforme vaya aclarándose el panorama político.

Optimismo

Todo y el Brexit, sigue habiendo bases para el optimismo en el portaaviones del sol y playa valenciano. El primero es que los (pequeños) retrocesos se producen desde máximos históricos; el segundo, que el empuje del mercado nacional está cubriendo con creces cualquier descenso internacional, y el tercero, que la capacidad aérea programada en el aeropuerto de l'Altet se mantiene, lo que significa que las grandes touroperadores no dan la espalda al destino. La C. Valenciana, en realidad, parece vacunada contra la mayoría de temores que perturban a los grandes actores turísticos españoles. Uno de los nuevos miedos es la desaceleración del mercado alemán, desde donde se ha reducido el número de visitantes. En 2018, de hecho, cayeron los visitantes germanos un 4,1% en España; en la Comunitat Valenciana, sin embargo, aumentaron un 7,1%. Crecen en número, en gasto medio y en estancia. Esta es la única autonomías donde no cae el flujo.

El alemán, en realidad, se ha convertido en una vía estratégica para ganar rentabilidad, turistas «cosmopolitas», en palabras de Francesc Colomer, secretario autonómico de Turismo. Alemania, y más al norte todavía, Escandinavia, aparecen como un caladero casi inexplorado por los destinos valencianos, pero muy deseado: clientes que aprecian la cultura y la gastronomía más allá del sol y playa.

En este sentido, la orientación que ha realizado la oficina municipal de València por lograr más rutas aéreas está facilitando esa búsqueda de nuevos mercados. «Se está haciendo un esfuerzo enorme y eso se nota, sobre todo en la conexión con aeropuertos internacionales», apunta Alberto Galloso, consultor y director de la firma Soluciones Turísticas. Más allá de las low cost, la apuesta decidida de aerolíneas de bandera como Lufthansa o KLM-Air France favorecen la llegada a la ciudad de turistas de mayor poder adquisitivo.

Eva Blasco, vicepresidenta de la patronal europea de agencias de viajes, coincide: «Se está viendo una diversificación en València ciudad que está vinculada a una mayor conectividad. Hubo un momento en que sólo teníamos París; hoy tienes mucho más. Si baja un mercado, lo compensa otro», valora.

Galloso, en este sentido, abre el debate sobre la necesaria reorientación de la ciudad, adelantando soluciones para evitar la masificación, seleccionando más los perfiles. «València en estos momentos no corre riesgo porque no tiene la demanda de Barcelona, pero es el momento de asegurarse de no perder la identidad», apunta el experto. Galloso apunta a algunos síntomas: la desaparición galopante de comercio histórico, la sustitución por franquicias, tiendas de souvenir en cada esquina, la presencia cada vez mayor de cruceristas... «València tiene que aprender de los errores de otras ciudades: menos turistas pero más rentables, fomentar el turismo de congresos», receta.

No obstante, durante estos años el sector tampoco se ha dormido en la autocomplacencia, en la borrachera de esta edad de oro. València ha disparado su oferta de alojamiento a base de pequeños hoteles en el centro; los grandes hoteleros de la Costa Blanca han acometido inversiones multimillonarias que les han permitido elevar la categoría, y la administración, mientras tanto, ha trabajado en alianza con el sector privado en la especialización, en potenciar la promoción hacia mercados de mayor rentabilidad y en implementar herramientas tecnológicas (destinos inteligentes) para mejorar el conocimiento y la gestión de los destinos.

Un informe de la patronal Exceltur corroboraba hace unos días la evolución positiva de la industria turística valenciana. La Comunitat Valenciana aparece como la cuarta en el ránking de competitividad relativa global. El estudio (Monitor 2018) destaca la buena estrategia en aspectos como el márketing en internet; la accesibilidad; el compromiso ambiental; la gestión de las playas; el sistema de inteligencia turística del destino; la calidad de la restauración; o la gestión de la oferta por clubs de producto. La C. Valenciana, en definitiva, parece preparada para un fin de ciclo.

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