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Empleos que rescatan vidas

Siete empresas promovidas por entidades sin ánimo de lucro emplean a personas en riesgo de exclusión. Necesitan visibilidad y apoyo empresarial para dar salida a las personas a las que ayudan a volver a la sociedad

Empleos que rescatan vidas G. Caballero

Mónica llegó a España con 18 años y no ha tenido un camino fácil. Dos décadas en las que ha lidiado con una crisis, con el trauma de cambiar de realidad social y laboral siendo una cría y con la dureza de un mercado más proclive a pagar en 'b' que a formalizar contratos. Con dos niños de 9 y 6 años, y una experiencia formal que se remontaba al trabajo de dependienta en una cadena de supermercados allá en Colombia, esta mujer terminó en el circuito de la asistencia social. «Llevaba mucho tiempo trabajando en negro, cuidando a personas mayores. No conseguía empleo. La trabajadora social que vino a mi casa me habló de Rastrell y cuando se hizo la selección, salí. Llevo tres meses. Estoy muy amoldada, me gusta. Me han dado una oportunidad», explica. ¿Te ha cambiado la vida? «¡Demasiado! Doy gracias a Dios».

Rastrell es una de las siete empresas de inserción social radicadas en la C. Valenciana. Se trata de un modelo de compañía no lucrativa que ofrece oportunidades a personas en riesgo de exclusión social para convertirse en una experiencia previa a su incorporación al mercado laboral ordinario, una especie de puesta a punto para volver a la sociedad. La empresa tiene que estar promovida por una entidad sin animo de lucro. «Tampoco tenemos ánimo de pérdida, ni estamos reñidos con los beneficios. Se trata de reinvertirlos en la estructura productiva, para mejorar la competitividad, para contratar más personas o para cambiar la furgoneta si hay dinero», ilustra Nieves Ramos, presidenta de la Asociación Valenciana de Empresas de Inserción. Además de las siete registradas, hay otras tres en proyecto. El residuo textil es uno de los sectores clásicos de este tipo de actividades, además de jardinería, cátering, limpieza o ayuda a domicilio. En cuanto a los perfiles, además de mujeres mayores que se separan tras una vida dependiendo de los ingresos de su pareja, aparecen jóvenes con problemas de entorno familiar, personas que han pasado por prisión, víctimas de violencia machista, etc.

«De nuestra plantilla de 38 trabajadores, la mitad son personas en exclusión en diferentes perfiles, derivados de servicios sociales, cada uno con una mochila diferente. En muchos casos ni siquiera han tenido un trabajo que no sea en negro. Hay que reforzar hábitos de trabajo, puntualidad, higiene, luego problemas de formación, etc», relata Laia, gerente de Arropa València. Este proyecto, impulsado por Cáritas, surge en 2011 como respuesta a dos problemáticas: gestionar la donación de ropa para los necesitados y ayudar a las personas que buscan un empleo. Están detrás de los contenedores naranja de recogida de prendas en las calles, unos 500 en València y parte de Alicante. Su objeto social, además, cumple el círculo de la reutilización de los tejidos: recogen la ropa con su flota de vehículos; la trasladan a una nave en Ribarroja; la catalogan en función de su estado, y la aprovechable termina en las seis tiendas propias (Coopera Store) para volver a ser vendidas. «Uno de los destinos más beneficiosos para nosotros es el segundo uso. Las comercializamos en nuestras propias tiendas. Nada que envidiar a una tienda de ropa de primera mano. Cosas chulísimas, gente muy profesional€», reivindica la responsable, que añade: «Contando con las ayudas nos cuesta horrores llegar, es una batalla constante. Pero seguimos aquí y quiere decir que se consigue».

Ayudas públicas: escasas pero creciendo

Estos proyectos sobreviven gracias al apoyo de la administración. Además de ayudas directas, la nueva ley de contratación pública que entró en vigor en marzo obliga a la empresa pública a hacer una reserva de mercado para las empresas de inserción y los centros especiales de empleo. «El nuevo Labora, dentro de la vocación de recuperar la conexión con las necesidades de las personas, está tratando de ampliar las ayudas», explica Rocío Briones, directora general de Empleo y Formación del antiguo Servef. En efecto, pese a la importancia del trabajo que realizan, estas mercantiles cuentan con una menor ayuda que, por ejemplo, las firmas que dan trabajo a personas discapacitadas. Existe la diversidad funcional, pero también la diversidad social.

En concreto, son 25 millones al año para los centros especiales de empleo frente al poco más de un millón para las empresas de inserción social. Y eso que se están ampliando. Por ejemplo, se ha elevado la subvención a cada puesto de trabajo hasta el 75% del salario mínimo. Y se acaban de introducir ayudas también a las empresas ordinarias que contratan a las personas en riesgo después de haber realizado su periplo en estas mercantiles. Este último es un paso importante.

Y es que la incorporación al mercado de trabajo tradicional es el gran objetivo final de estas iniciativas. Por eso se toman medidas para aumentar su visibilidad, como la muestra organizada hace unos días por Labora en Las Naves de València para exhibir las actividades que realizan. Se trata de «romper barreras», en palabras de la directora general: «Hay una parte de sensibilización de empresa ordinaria que estamos trabajando a todos los niveles desde Labora porque hay que romper estereotipos. Cuando te acercas al empresariado y le pone rostro a las personas ven que son situaciones duras, difíciles, pero preciosas». Labora busca que el empresario apueste por las compañías de inserción social, ya sea para contratar los servicios de estas iniciativas sociales o para ser el destino final de las personas que allí se están formando.

La función social del trabajo

Pero es difícil. «Abrir mercado nos cuesta mucho. Dices que llevas a una persona en exclusión y la gente se hace una idea predeterminada, aunque se equivocan. Te la puedas jugar al 100%», defiende Natalia, gerente de Insertadix del Mediterráneo, promovida por la Asociación El Cerezo, dedicada a la inclusión socio-laboral de jóvenes en riesgo de exclusión. «La inserción empieza desde el puesto de trabajo. El empleo no solo te aporta el dinero, eso te lo da una prestación, una renta. El trabajo es lo que te incluye en la sociedad. Tener unos compañeros, sentirte bien, sentir que te lo has ganado, el educar en el esfuerzo, en valores€ eso se consigue trabajando», apunta la responsable sobre la función social del trabajo.

Esa es, precisamente, la historia de Fina. Hace tres años y medio se vio sola, con cierta edad y sin saber muy bien por dónde tirar. Hoy ya ha acabado el itinerario de inserción en Integras Tú, una empresa de servicios (limpieza a domicilio, locales, cátering...) promovida por la asociación de mujeres Alanna. Se ha incorporada a la empresa como técnico en producción y ahora es ella quien ayuda a otras mujeres que inician el mismo camino que ella ya ha recorrido. «Me separé, no trabajaba, me vi sola. Entré en la asociación de mujeres Alanna y a través de ella hice cursos. Luego las prácticas en Integras Tú y me cogieron. Ya llevo casi tres años y medio, estable y con una motivación porque ya dependes de ti misma. No necesitas a nadie más», concluye.

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