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¿Matará Thomas Cook el turismo tradicional?

La monumental quiebra del histórico grupo turístico británico abre el debate sobre el modelo de turoperación, pero también sobre los riesgos que asumen los gigantes que abastecen de materia prima a los grandes destinos de sol y playa

¿Matará Thomas Cook el turismo tradicional?

La quiebra del gigante Thomas Cook, el turoperador tradicional más veterano (178 años de historia), segundo del mundo por facturación, ha dejado un paisaje dantesco: 600.000 viajeros del norte de Europa tirados por todo el mundo; 22.000 trabajadores en la calle; un impacto para la industria hotelera de cientos de millones por servicios prestados este verano y no pagados, y el bloqueo de una flota de más de un centenar de aviones que deja territorios como Canarias temporalmente infraconectados y por la que ahora pujarán sus rivales, el alemán TUI (hoy el mayor operador) y el británico Jet2, además de grupos aéreos como IAG, EasyJet o Virgin, atraídos por sus valiosos derechos de vuelo (slots) en aeropuertos internacionales como Londres Gatwick.

La crisis ha pasado de puntillas por la Comunitat Valenciana. Canarias y Baleares recibían el grueso de viajeros que Thomas Cook traía a España. Solo Baleares cifra en cien millones el pufo por los impagos que puede dejar la turoperadora a los hoteles. En Canarias, que empieza este mes su temporada alta con turistas británicos y alemanes, al agujero económico se suma una ocupación ahora en el aire y un notable retroceso en su conectividad aérea, además de tarifas más caras por la caída de la oferta.

La Costa Blanca, emblema del sol y playa con epicentro en Benidorm, dejó de relacionarse hace tiempo con este operador. La cuestión ahora, sin embargo, estriba en calibrar si esto ha sido un problema puntual de un intermediario con problemas específicos; si, por el contrario, se trata de un aviso que anticipa una crisis estructural, sistémica, un hundimiento que puede contagiarse a otros operadores del sector; o si, como vacuna, la industria hotelera, los destinos turísticos, deben repensar su relación con estos gigantes que proveen de turistas todo el año.

«Depender de unos pocos siempre es un riesgo para cualquier destino. Una concentración muy potente en mercados de origen o en operadores concretos sí tiene a medio plazo un riesgo elevado», reflexiona Eva Blasco, vicepresidenta de la asociación europea de agencias de viajes (ECTAA). La crisis de Thomas Cook bebe de muchas fuentes. El brexit o la subida del precio del crudo son las razones más inmediatas. Pero el elevado endeudamiento es lo que ha tumbado finalmente al grupo. Ni su accionista mayoritario (el grupo chino Fosun) ni el Gobierno británico han acudido al rescate, para desesperación de cadenas hoteleras altamente expuestas.

Toni Mayor, empresario del sector hotelero de Benidorm y voz autorizada en la C. Valenciana como presidente de la patronal hotelera Hosbec, señala la estrategia confusa del gigante británico en la última década. «Llevaba tiempo haciendo travesuras y asumiendo riesgos empresariales sin cabeza. Eran muy fuertes en Turquía, Egipto y Túnez. El beneficio por cliente y día era muy superior al de España. Vaciaron las costas españolas y se fueron allí, pusieron todos los huevos en esa cesta, pero vino el terrorismo y las primaveras árabes, y tuvieron que salir. Volvieron a los lugares con una oferta similar a la turca, Canarias en invierno y Baleares en verano», resume.

De aquella reorganización quedó fuera, por fortuna, el sol y playa valenciano. En 2014 los hoteleros de Benidorm comenzaron a desvincularse de un operador que, además, cargaba sobre los empresarios sus problemas económicos. El británico Jet2.Holidays y el alemán TUI ocuparon su lugar. Thomas Cook, que llegó a traer 250.000 turistas al año en los 90, apenas programaba ahora 13.000 vuelos por ejercicio en El Altet.

La falta de adaptación a internet, además, se solapó como una segunda crisis. Primero «despreció» el emergente fenómeno de la comercialización digital, y luego trató de poner parches con una fusión multimillonaria con la plataforma MyTravel que fue una ruina. A partir de este aspecto, el de la competencia de las nuevas plataformas digitales, en algunos foros se apunta a una crisis del modelo tradicional, al ocaso del paquete turístico que históricamente ha llenado las costas de turistas, las décadas del ya lejano veraneo de 7, 14, 21 días, muy rentable para el sector.

El modelo de turoperación tradicional está en cuestión, pero, ¿desaparecerá el paquete turístico?: «El paquete de siempre, con un turoperador vertical que integra hotel, aerolínea, mayorista, minorista y otros servicios, ya ha evolucionado hacia paquetes dinámicos en que el propio cliente, más allá de que la compra sea presencial u on line,va creando su propio producto. Eso va a seguir existiendo, porque en definitiva la venta en internet en muchos casos es un paquete dinámico: coges vuelo, hotel, etc. Además, la directiva europea hace que ese paquete tenga una ventaja respecto a la compra de servicios sueltos en los distintos proveedores. En el caso de Thomas Cook, la mayoría están asegurados por el sistema ATOL de Reino Unido que lleva la asociación británica ABTA y eso realmente es una defensa del consumidor muy fuerte», explica Eva Blasco.

La experta, en todo caso, sí pone algunas dudas sobre el modelo de turoperación clásico: «Lo de Thomas Cook es una limpieza. Esto es reproducir en grandes grupos mundiales lo que pasó a otro nivel en España por ejemplo con Orizonia. Esos grandes grupos verticales, que han ido creciendo en volumen y volumen, sin controlar las rentabilidades, que son muy bajas en la intermediación de productos turísticos, es un modelo de riesgo. Puede dar rentabilidades a corto, pero hay que replantearse esos modelos basados exclusivamente en crecimiento, de volumen, a costa de sacrificar rentabilidades e incluso en ocasiones vender a pérdidas».

Desde la trinchera hotelera también hay voces críticas. José María Caballé, por ejemplo, presidente de la cadena benidormí Servigroup, la de mayor volumen en la C. Valenciana, hacía un llamamiento esta semana a evitar la dependencia de los grandes grupos. «El problema de estas grandes compañías es que trabajan con el estilo americano, programándose en función de la expectativa de negocio y no del volumen de negocio real, por lo que muchas veces operan sin mucha garantía y, lo que es peor, exigen mucho, se quedan con camas, y luego te pagan a los seis meses». «Visto cómo ha evolucionado el sector, los hoteleros debemos ser fuertes y no consentir esas prácticas, aunque se pueda perder algún contrato. A medio plazo es mucho mejor, porque los riesgos son mucho menores», añade.

En la Costa Blanca, el mercado de la comercialización de los paquetes turísticos se reparte, ahora mismo, en un 70% con el trato directo con el cliente, pero todavía un 30% de los viajes los organizan los turoperadores, fundamentalmente Tui y Jet2.Holidays, fuertes y apoyados en sus compañías aéreas propias. «La turoperación sigue siendo negocio», sentencia Toni Mayor, que cita como ejemplo el interés de la aerolínea Easyjet. El grupo británico ya ha mostrado su voluntad por ampliar su negocio, sin convertirse en «un turoperador anticuado», según su consejero delegado, Johan Lundgren, pero sí sellando alianzas directas con hoteles y plataformas.

El presidente de la patronal hotelera Hosbec ve el escenario con pragmatismo: con Booking no llenas un hotel grande, viene a resumir. Son plataformas que mueven viajeros de dos, tres, cuatro días, pero sin uno de los dos grandes operadores, la gran industria del sol y playa tiene un problema. «Ya no es lo mismo que antes, pero no se puede vivir sin ellos. Booking no llena los hoteles», reconoce. Jet2, sobre todo, y TUI también en invierno, son grandes aliados de los hoteleros de Benidorm, con contratos de compromiso de ocupación abiertos a excepcionalidades. Aliados con interés mutuo, riesgos necesarios para todas las partes.

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